Hace un par de décadas era característico escuchar en las reuniones familiares o de trabajo de fin de año, la broma de que las fiestas de temporada comenzaban con las mañanitas a la virgen de Guadalupe y terminaban con la rosca de Reyes. El llamado puente "Guadalupe-Reyes" servía para ilustrar la pausa de actividades que se abría en los hechos en todas las instituciones públicas, consecuencia de convivios y ausentismos injustificados.

Hoy, a la perseverancia del mexicano y mexicana, se puede decir, misión cumplida, ya que se ha alcanzado legalmente que se tengan vacaciones de al menos tres semanas en el mes de diciembre, cuya pauta lo marca el calendario escolar de la SEP, mismo que se replica en todo el sector educativo privado, y si faltaba más, en todos los centros educativos públicos de educación superior, donde la autonomía no representa ningún obstáculo para unirse a la orgía de pereza.

Si hacemos cuentas, en que por cierto las vacaciones de SEP variaron en algunos días, en la mayoría de las instituciones públicas (de gobierno, tribunales, educativas, etc.) se interrumpieron las labores del 14 al 6 de enero, 24 días de descanso, sin ignorar que, como buenos guadalupanos, en los días previos, el 12 y el 13 fueron de festividad.

Estamos hablando de casi un mes de paro de actividades en el sector público, mientras en otras latitudes, en España, por ejemplo -siguiendo los criterios de la mayoría de los países europeos- se suspendieron las actividades a la mitad del 23 de diciembre y se reanudaron el 2 de enero, vacaciones que no superaron los 10 días. Latitudes, en que en esta temporada incluye temperaturas de menos cero grados, con nevadas.

Allá se tiene claro que se trata de festejar la Navidad y la llegada del nuevo año, y no echar el país por la ventana, como ocurre aquí, pues basta ver la dificultad que significa la vuelta a la normalización de actividades luego de tan largo periodo de descanso.

Hoy se ciernen grandes desafíos para el país, incluyendo la amenaza de modificarse la relación comercial con Estados Unidos de América, lo cual, de cumplirse las amenazas de aranceles representaría un colapso para la economía mexicana. Creer que la posición geográfica de la que gozamos, que el nearshoring garantizará la llegada inagotable de capitales es un espejismo, la disputa económica entre las grandes potencias USA vs China tarde que temprano terminará en un acuerdo beneficioso para ambas partes, en que México no es protagonista, sino periférico. Si para el gigante asiático, como para otras potencias emergentes, es más redituable invertir en territorio estadounidense a cambio de conservar un margen de ganancia razonable, téngase la seguridad que la inversión extranjera directa dejará de llegar.

Para nadie es un secreto que en México se tienen obreros calificados, pero esto gracias a la capacitación que reciben de las propias empresas foráneas y no proveniente de la educación media-superior y superior, centros educativos que permanecen desconectados de la realidad, envueltos de privilegios laborales y académicos provenientes del presupuesto público, donde no se rinde cuentas de nada a nadie.

En estos días que se ha presentado por parte del gobierno federal, la estrategia para encauzar al país en la ruta del desarrollo, emulando a las grandes potencias, resulta ilusorio pensar que esto se logrará en un sexenio, enfatizando que es imposible iniciar la ruta del progreso si no cambia drásticamente el sector productivo y sin una reforma del sector educativo nacional, desde el nivel básico hasta posgrado.

Hoy nuestro país tiene que importar más de la mitad del maíz que consume, porcentaje no muy lejano hasta hace poco en lo referente a las gasolinas. La riqueza económica de un país, precisamente pasa por su soberanía alimentaria y de materias primas, de la cual carecemos, en otras palabras, ser autosuficientes, y lo que es más, exportar productos y artículos que permitan un superávit en las finanzas nacionales, traduciéndose en contar con reservas de divisas suficientes para adquirir del exterior lo necesario y no mediante adquisición de deuda externa, que al día de hoy representa anualmente -el monto total y los intereses- el equivalente a todo lo que se destina para los programas sociales.

Para revertir este escenario, se debe de comenzar con terminar con periodos vacacionales tan amplios, como los puentes crecientes de dos o tres días por cualquier pretexto (festejos patrios, día de muertos, etc.), se debe volver al esquema de dos semanas de vacaciones de fin de año que fue tradicional hasta finales del siglo pasado.

Se debe entender que lo mejor para los estudiantes -de todos los niveles- es estar el mayor tiempo en los centros educativos, como debe cesar la absurda interrupción de clases los últimos viernes de cada mes en el nivel básico, supuestamente para capacitar a los normalistas, que persiste a pesar de que tuvo en su origen la reforma educativa que fue derogada en el sexenio anterior.

Es viable un programa de bibliotecas de nivel superior abiertas los 365 días del año como ocurre en USA y Europa, en cuya formación lo que debe interesar es contar con el mayor tiempo posible para la preparación, donde la promoción de la lectura del libro físico forme parte de un programa que civilice y sirva para combatir la violencia en todas sus expresiones.

Para fomentar la cultura de la productividad, no es posible sostener primaveras y veranos en que a las 5:30 de la mañana ya hay luz de día, se debe convencer, a través de un panel de expertos -sin bandera partidista- de lo beneficioso que es reinstalar el horario de verano. Apelando al sentido común, que es mejor mas luz por la tarde-noche, en que mayor número de personas están en actividades, si no, que se lo pregunten a la CFE, que el año pasado se vio en aprietos para suministrar energía eléctrica suficiente durante las olas de calor, en un horario que todavía en el año anterior no se requería encender el alumbrado público y privado.

En esta cruzada, el sector privado no puede permanecer indiferente, en especial, el selecto grupo de empresarios que tienen acceso directo con la titular de la presidencia de la República, con responsabilidad social se debe influir para desterrar prácticas que impiden salir del espasmo, del estancamiento cultural, del síndrome del “ombliguismo” que hoy nos encontramos y que nos está llevando a un callejón sin salida, a una situación sin retorno.

Héctor Fernández Pedroza

Autor de las obras Derecho a la Identidad Personal y Cédula de Identidad en México, editorial Civitas&Universitas, 2022, hfernandezp@comunidad.unam.mx

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