En la memorable serie televisiva de la década de los años noventa “México en la obra de Octavio Paz”, el único —y posiblemente el último— premio nobel de literatura que ha dado este país, afirmaba que la tragedia de los pueblos prehispánicos, que propicia su desaparición, como identidad cultural, fue el no suponer la existencia de otros hombres de razas diferentes.
Desde entonces, lejos de aprender la lección, el factor “exógeno” ha servido para expiar nuestros propios errores y evitar vernos en el espejo como pueblo o pueblos originarios de estas tierras, permaneciendo el rencor aletargado por tres centurias y que reaparece con furia en la guerra de independencia, a lo que le sigue todo un siglo de una narrativa política de un “nacionalismo criollo” frente a lo que se considera como pernicioso para el país, a la extranjería. Cuyo último soplo de demagogia, lo da el nacionalismo revolucionario que se instaura luego del movimiento armado de principios del siglo XX.
Empero, la misma realidad pone al descubierto, en cada etapa de nuestra historia, que el aislamiento simplemente nos condena al atraso económico y cultural, y que incluso en los momentos más críticos, la presencia extranjera evita nuestro naufragio total como nación-Estado, en medio del caos y la anarquía.
Por descargo de prueba, fueron extranjeros los que lograron preservar la memoria escrita del pasado indígena, los que introdujeron los valores de una cultura basada en la dignidad humana, los que incorporaron en cada época técnicas y avances científicos de vanguardia, y, por ende, los que incentivaron el desarrollo económico.
Naciones exitosas, enarbolan el día de hoy que su fórmula consistió, en constituirse a partir de la interacción de razas y pueblos diversos, en el marco de instituciones sólidas, garantes de libertades y derechos humanos, como del irrestricto respeto a la ley.
Es posible que, en México, esa suerte de orfandad que nos ha acompañado desde la Conquista, junto con el victimismo y la desconfianza, lo que explique la escasa presencia de población extranjera residente en el país a lo largo de nuestra historia.
De acuerdo con datos oficiales del último Censo de Población y Vivienda (2020), no llega ni siquiera al 1% de la población total del país, compárese por ejemplo con el más del 13% de extranjeros residentes en España en el año pasado.
La presencia extranjera aquí, se limita —lo cual no es un asunto menor— a grandes inversiones económicas y financieras, resultado a su vez, de un enorme mercado consumista de todo tipo de artículos y servicios, lo cual no nos debería llenar de alegría, pues los capitales van donde obtienen mayor ganancia, caso contrario, cuando las condiciones de inseguridad jurídica e inseguridad pública no lo garanticen, simple y sencillamente emigrarán a otros latitudes, y con ello, la fuente de innovación científica y tecnológica ante el nulo aporte de universidades y centros superiores financiados con recursos públicos.
La otra presencia es la del turismo, que de acuerdo al Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) nuestro país ocupa el octavo lugar entre los países más visitados, aunque no se sabe con precisión el porcentaje del PIB que ello representa —el Inegi lo ubica junto con el turismo nacional en el 8.6%— sin duda es un aporte para la economía. Sin embargo, en los dos últimos años se ha registrado una ligera disminución tanto de viajeros estadounidenses como de sudamericanos.
Eso, explicable, por las alertas de viaje del gobierno estadunidense para que sus connacionales no visiten determinadas zonas por la inseguridad prevaleciente, que en 2025 ha alcanzado a 30 de las 32 entidades federativas, sumándose a la información de la inteligencia del mismo país que supone el control de áreas del territorio por el crimen organizado.
No hemos entendido que ha sido la benevolencia de la naturaleza, junto con la cercanía de la principal potencia económica del mundo, lo que ha propiciado que nuestro país siga siendo atractivo para el turismo enfocado principalmente a zonas de playa y sol, rechazando adentrarse, por obvias razones, al “México profundo”, el mejor ejemplo es el fracaso del Tren Maya, si no, hay que preguntárselo al turismo español que frecuenta esa zona.
Por ello, resulta sorprendente, que en gratitud a los extranjeros y extranjeras que visitan nuestro país, autoridades federales y de las entidades, no hayan implementado un programa de seguimiento en aras de su protección ante el riesgo de que el crimen organizado, amplíe sus operaciones hacia ese sector vulnerable. Como es absurdo que el gobierno de la CDMX no tenga un solo módulo bilingüe en la capital en atención a todos ellos, peor aún, que se les señale como una de las causas de la “gentrificación” de zonas de capital, en perjuicio -se dice- de comunidades “originarias” que se ven “expulsadas”.
Sería inconcluso este artículo, si no se mencionara un tercer sector de extranjería, producto también de la posición geográfica del país, pero que en el último lustro se ha agravado derivado a una política migratoria errática, nos referimos a las decenas de miles de inmigrantes, provenientes principalmente de Centroamérica, que de manera irregular utilizan el país como tránsito en busca del “sueño americano”. Su misma situación los convierte en presa fácil de la delincuencia organizada, sin que se conozca con exactitud cuántos han optado por quedarse en el país temporalmente y a qué actividades se dedican. Sean bienvenidos todos aquellos y aquellas que desean asentarse en territorio aportando virtudes y respetando las normas de convivencia, no así los que comparten conductas y hábitos que son las causantes de la postración y atraso en que el país, en promedio, se encuentra y se niega a salir.
Lo cierto, es que, ante los ojos del mundo, de los extranjeros y extranjeras, no somos un foco de atracción como modelo de sociedad, por mucho que se presuma nuestra gastronomía y el tequila como sello distintivo, en que vale advertir, datan desde hace siglos. Los que hemos viajado fuera del país por razones académicas, haciendo largas escalas en diferentes aeropuertos de Europa y Norteamérica hemos podido constatar la creciente atracción de europeos, estadounidenses y canadienses por personas de nacionalidad china, sin duda, por la admiración que genera un país que ya disputa la supremacía económica y financiera a nivel mundial, que es el principal en ingeniería robótica, en tecnología sustentable y no contaminante, que se prepara para enviar misiones espaciales permanentes a la Luna y Marte, que le da prioridad al aprendizaje de las lenguas extranjeras, etc.
Caso contrario, no lo puede ser un pueblo cuyo estigma es el analfabetismo cultural, la violencia y la corrupción, de hombre y mujeres, de ricos y pobres.
P.D. Soy un usuario frecuente de la Biblioteca Vasconcelos, a la que visitan, en años recientes, un número de turistas extranjeros que va en aumento, debido a la promoción inusitada que realizó la anterior titular de la Secretaría de Cultura federal ante el sector hotelero y turístico de la capital, sin detenerme en opinar si es un lugar que valga la pena visitarlo, los problemas consisten, en que no hay un solo guía —todos voluntarios— que sea bilingüe, no hay señalamientos en inglés, no hay una área preocupada por facilitarles una computadora para acceder a internet, como tampoco el material disponible en inglés (la gran mayoría de las computadoras para el catálogo no funciona), la mitad de los ascensores no sirven, solo uno de los 16 bebederos está habilitado y debido a que tampoco funcionan los sensores para detectar la sustracción del acervo, los extranjeros son objeto —al igual que los usuarios— de revisión de sus pertenencias por la policía, además de estar prohibido sacar fotos con cámaras. Agregar que son los extranjeros —junto con el público infantil— los únicos visitantes que se atreven a hojear algún libro.
Lo más grave es que no se les alerta de lo peligrosa que es la zona en que se ubica y las horas recomendables para visitarla, ya que tienen que recorrer al menos medio kilómetro desde la estación del metro Guerrero (estando la biblioteca a una calle del metro Buenavista), habiendo una zona prácticamente abandonada en la parte trasera del recinto. Sirva de antecedente el presente testimonio, en caso de presentarse algún incidente, cuya responsabilidad deberá recaer en las anteriores y actuales autoridades de la Secretaría de Cultura federal, que han provocado tal disparate con el propósito de saciar egos de desempeño.
Autor de las obras Derecho a la Identidad Personal y Cédula de Identidad en México, editorial Civitas&Universitas, 2022, sevilla2023derecho@gmail.com

