Con el término de la II Guerra Mundial en 1945 y las duras lecciones derivadas de esa hecatombe, la pérdida de más de 50 millones de vidas y la amenaza de la desaparición de la especie humana por el uso por vez primera del arma atómica, marcan un antes y un después, que propicia la llegada de la época contemporánea y con ella, una generación que producirá profundos cambios culturales y sociales en todo el planeta.

Nos referimos a la generación baby boom, llamada así por el auge de nacimientos en Europa, USA y Japón luego de la sequía bélica, generación que sufrió todo tipo de limitaciones económicas en la etapa de la posguerra, pero que al mismo tiempo se negó a seguir los cánones de sus padres basadas en el sacrificio y auto reprimenda. Así surge un rompimiento cultural, cuyas expresiones más visibles se realizan a través de la música, en especial de un nuevo género, el rock, que se convierte en sus orígenes en la forma de expresar una realidad que se tornaba intolerable y asfixiante para sus protagonistas.

Rebeldía que se traduce en una nueva manera de vestirse, de relacionarse en familia, en pareja, en los roles sociales, de género, etc.

Lejos está ya de seguir calificándola como “rebeldes sin causa”, a una generación que juró morir antes que envejecer (Hope I die before I get old) como la describiría la banda The Who en su melodía My Generation, pues gracias a ella, en su seno se cristalizaron movimientos sociales que hoy forman parte, institucionalmente, de las sociedades abiertas e incluso autoritarias, como son la igualdad entre hombres y mujeres, la revolución sexual, el feminismo, el pacifismo, en pro de la ecología, el trato digno a los animales no humanos, etc.

Son tan importantes los logros de esta generación de posguerra, que, a sus 80 años de su nacimiento, sus protagonistas siguen lidereando los destinos de este planeta, en países tan importantes como USA, Rusia, Reino Unido, Alemania, Japón, China e India (siendo Francia una excepción), y en la propia ONU; como una especie de guardianes de la memoria histórica de la humanidad.

Debe recordarse, que tradicionalmente a las generaciones poblacionales se les define por el tiempo que tarda cada una en reproducirse, es por ello, que a la siguiente generación se le ubica en 1965 (21 años después de 1945, periodo de años en que en muchos países se alcanzaba la mayoría de edad), y que retrospectivamente se le ha dado en llamar generación X, pues intempestivamente en 1980, se decide dar paso a otra generación, ya no por razones de reproducción poblacional (pues solo mediaban 15 años con respecto a la anterior) sino por motivos totalmente distintos, por causas derivadas de la revolución tecnológica.

En efecto, la generación X (1965-1980) será recordada por haber sido la última generación natural y la que queda atrapada entre toda la pléyade cultural de la anterior (de la que se siente heredera) y lo que vendrá posteriormente, transición que significa el arribo de nuevas generaciones, y con ellas un rompimiento sin precedentes en el tejido social, en la forma de percibir la vida.

Pues aún con las diferencias entre una y otra generación, hasta la generación X, la forma de interrelacionarse en sociedad fue la misma, teniendo papeles centrales la familia y la escuela en la transmisión de valores y el conocimiento.

Con la aparición de las siguientes generaciones, más allá de que se les clasifique con fines de mercadotecnia por la aparición de un nuevo producto tecnológico, en realidad reflejan una forma de vida totalmente distinta, resultado de los beneficios y comodidades en el uso de las computadoras, el internet y los teléfonos celulares.

Es en la llamada generación Y, también denominada milennials (1980-1993) donde por primera vez se hace uso masivo de las computadoras personales (PC), aunque sin descontar que tuvieron la oportunidad de conocer -a través de sus padres- parte de las virtudes que significaban el mundo real, el analógico, el palpable, donde la dedicación y el esfuerzo eran parte de las tareas cotidianas. El mayor reproche que se puede hacer a esta generación, es que pronto sucumbirá ante las tentaciones de la tecnología, olvidando lo transmitido de generación en generación; será el eslabón perdido entre el pasado y la era tecnológica.

La generación que le sigue, la Z (nacidos entre 1994 y 2010), es la generación que se desenvuelve en la recién creada carretera de la información (World Wide Web) conocida como internet, y sobre todo en un subproducto que derivará de ella, las redes sociales. Es la generación del mundo virtual, del desprecio de medios manuales como la escritura y los libros impresos, del bombardeo de imágenes en perjuicio de la reflexión que da la lectura, suplantación del mundo real por la enajenación y adicción a los dispositivos electrónicos.

Precisamente, la generación que le sucede, la generación Alfa, se le ubica por el año en que aparece el primer iPhone, en 2010, de los smartphones. Se afirma que será remplazada en este año de 2025 por una nueva; generación Alfa a la que pertenecen los hijos biológicos de los milennials.

El cineasta Alfonso Cuarón, en alusión a la época que nos está tocando presenciar, declaró hace más de una década “mi infancia tiene más que ver con la infancia de nuestros bisabuelos que con la infancia de las nuevas generaciones”.

No se trata de denostar a una generación en particular, o pretender que todo pasado fue mejor, pues sin duda la mejor generación es la que cada persona vive, no obstante, desde una visión de todo el bosque, de la aldea global en que se ha convertido la raza humana, es sorprendente observar en las nuevas generaciones tecnológicas su nulo compromiso con las causas colectivas, su indiferencia y sectarismo, su frivolidad y comodidad.

Marshall McLuhan, pionero en el estudio de los impactos sociales de la tecnología, afirma con razón que las computadoras son la continuación del cerebro humano, donde el desarrollo de la Inteligencia Artificial marcará la división entre naciones. Conscientes de ello, países de vanguardia como USA, Japón, la Unión Europea, Rusia, China, Corea del Sur, India, entre otros, refuerzan su educación formal con objeto de paliar los efectos nocivos que hoy tienen las redes sociales y el “internet de las cosas” en las nuevas generaciones. Dejando claro, que solo los mejores deben acceder a la educación superior, cuyo premio es la movilidad (la ascensión individual), pues son además el capital social del desarrollo, cerrando el paso al victimismo, al chantaje y al plagio como forma para sortear los diferentes grados escolares. Del desenlace de ese desafío, es posible que la época contemporánea en que hoy nos hallamos llegue a su fin.

La palabra “nadir” en astronomía significa el punto diametralmente opuesto al sol cuando el astro se localiza en el cenit, en lo más alto de la bóveda celeste. Sirva como ejemplo la expresión para equiparar la situación de oscuridad e ignorancia en que hoy se encuentran en muchos países las generaciones nacidas en el marco de las nuevas tecnologías, ante la apatía y complacencia de padres y autoridades. A usted lector, le corresponde juzgar si es el caso en nuestro país.

Autor de las obras Derecho a la Identidad Personal y Cédula de Identidad en México.

hfernandezp@comunidad.unam.mx

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