Hace dos meses, de madrugada, entraron por la fuerza a un departamento del noveno piso del edificio Ignacio Ramírez, en Tlatelolco. Agredieron a un hombre con navajas y lo despojaron de su departamento. Cuando llegó la policía, los delincuentes se atrincheraron, hirieron con un arma punzocortante a uno de los oficiales y luego, para evitar que los detuvieran, decidieron quemar el departamento.

Era la noche del 16 de noviembre. Dos de los cinco invasores fueron detenidos. Aquel fue el llamado de atención más serio que había ocurrido en la Unidad Habitacional Tlatelolco en mucho tiempo.

Pero las alarmas se apagaron pronto y la descomposición que se vive en aquel lugar siguió.

El hospital del ISSSTE “Dr. Gonzalo Castañeda” está abandonado desde hace 13 años. Aunque al inicio del gobierno de López Obrador se anunció su remodelación e incluso se destinaron, supuestamente, 1,600 millones de pesos para su rehabilitación, las obras nunca llegaron.

El hospital es una ruina pavorosa tomada por la indigencia y repleta de basura, de escombros, de abandono. Personas en situación de calle han muerto ahí. La sensación de inseguridad irradia a los edificios cercanos. Organizaciones vecinales señalan los alrededores del hospital como uno de los puntos críticos de la Unidad: robos, asaltos, narcomenudeo.

Cerca de ahí se levantan las ruinas del Cine Tlatelolco, abandonado durante todo lo que lleva el siglo. Es otro punto que se ha vuelto tóxico para los habitantes del célebre conjunto urbano que acaba de cumplir 60 años.

Los vecinos acusan que al mismo tiempo grupos de invasores, algunos integrados por colombianos y venezolanos, han puesto el ojo en los departamentos en venta, abandonados o habitados por adultos mayores. “Despojan, invaden, cambian las chapas, exhiben a veces contratos de renta ficticios”, exponen. La problemática se ha presentado sobre todo en las torres de la tercera sección, muchas de las cuales han sido abandonadas por miedo a los sismos.

Algunos de esos grupos operan puntos de venta de droga en los alrededores de la Plaza de las Tres Culturas y el jardín de Tlatelolco.

En algunos de los 600 locales comerciales que existen en la unidad se reportan casos de extorsión y de cobro de piso. La pesadilla del robo de autopartes recorre las tres secciones del conjunto: “Entre dos y cinco de la mañana entran a los estacionamientos para llevar a cabo el saqueo de autopartes, uno de los delitos más recurrentes y que se ha incrementado de manera alarmante en los últimos meses”.

Asaltantes confundidos con indigentes azotan las noches de Tlatelolco:

“Se roban la fibra óptica, el metal, los cables. Una y otra vez nos hemos quedado sin energía eléctrica, sin teléfono, sin internet”.

El deterioro de las instalaciones ha provocado al menos dos incendios por cortocircuitos y fallas eléctricas que han dejado edificios completos en la oscuridad. Ocurrió en 2023 en el edificio Yucatán. Había ocurrido en 2019 en el edificio Zacatecas, donde murió una persona y más de 300 tuvieron que ser evacuadas.

Las organizaciones vecinales han detectado 44 puntos de riesgo en la unidad habitacional. Se trata de lugares oscuros, solitarios, carentes de vigilancia, ocupados por personas en situación de calle.

De noche, la unidad luce fantasmal. Solo ocho policías por turno tienen a su cargo la vigilancia de 90 edificios, más de 11 mil departamentos y más de 30 mil habitantes.

La gente de Tlatelolco tiene historias que contar. De una niña de 14 años que apareció descuartizada en una maleta en Insurgentes y Flores Magón. De la mañana en que aparecieron dos cuerpos descuartizados en el icónico puente de Nonoalco. La del genio de las matemáticas que asesinó a una joven de 17 años, la descuartizó y luego regó sus restos en varios contenedores de la unidad. Y también, la desconcertante, sorprendente historia de dos “momias” que en 1975 fueron halladas en los ductos de ventilación del Edificio Nuevo León.

“Como en todos lados, en Tlatelolco siempre han ocurrido cosas. Pero al grado en que se están viviendo ahora, eso nunca había ocurrido. Todo está descompuesto, todo está corroído. Tlatelolco se perdió”, explican.

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