“Los señores Don Pez y Don Fresa les dan la bienvenida a Cuernavaca, Morelos”, se leía en las narcomantas, decoradas con las figuras de un pez y una fresa, abandonadas en abril pasado en el Paso Exprés y a la entrada de Cuernavaca.
Semanas más tarde un informe del Departamento del Tesoro señaló que la Familia Michoacana se había asentado en la capital de Morelos, donde tendría operando varios centros de producción de droga.
Al poco tiempo, la fiscalía estatal localizó un inmueble en el que, además de autos con reporte de robo, placas e identificaciones diversas, fueron encontrados dos leones enjaulados de un año y medio de edad. El inmueble fue vinculado a la Familia Michoacana, cuyos operadores, además del cobro de piso, el secuestro, el homicidio y el sicariato, están involucrados con el robo de vehículos.
Por esos días, personal de la fiscalía del estado localizó en Miacatlán un túnel de 20 metros de largo, empleado para el almacenamiento y el trasiego de droga. Ahí aparecieron los restos de una persona con reporte de desaparición, así como indicios de la operación del grupo criminal que dirigen El Pez y El Fresa: los hermanos Johny y José Alfredo Hurtado Olascoaga.
La Familia Michoacana llevaba años intentando penetrar en el estado de Morelos. Hace más de una década, en 2012, cimbró la aparición en Jojutla de una camioneta Nissan, con placas de Guerrero y reporte de robo, en la que había siete cuerpos decapitados.
Las cabezas de las víctimas fueron abandonadas, tres en Tehuixtla, otras tres en Puente de Ixtla y una más dentro de la propia camioneta Nissan. Había indicios de la incursión del grupo michoacano, que buscaba extender a Morelos la pugna que había emprendido en Guerrero en contra de los Rojos y los Guerreros Unidos. La frontera con este último estado se hallaba convertida en un baño de sangre.
En aquellos años, sin embargo, Los Rojos controlaban la mayor parte de la región, tras el abatimiento en Cuernavaca del capo Arturo Beltrán Leyva y mediante la complicidad de presidentes municipales y policía de gran parte del estado.
Las cosas han cambiado una década después. Los leones, el túnel, las narcomantas, los reportes de la Oficina de Control de Bienes Extranjeros del gobierno de Estados Unidos, retratan el avance incontenible del grupo dirigido por los hermanos Hurtado Olascoaga.
Relataba en la entrega de ayer que hace unos años la presencia de La Familia Michoacana en Morelos era mínima. Hoy hay indicios de su presencia, además de en Cuernavaca, en Miacatlán, Coatlán del Río, Tetecala, Ahuatepec, Coatetelco, Mazatepec, Xoxocotla, Zacatepec, Amacuzac, Puente de Ixtla, Jojutla y Tlalquitenango.
Y también, en Jiutepec, Yautepec, Emiliano Zapata y Tlaltizapán.
En mayo del año pasado, el Cártel del Noreste localizó a una célula de La Familia en una casa de seguridad de Puente de Ixtla y envió a un grupo a aniquilarla.
Fuerzas militares y policías estatales llegaron en lo más graneado del enfrentamiento, y lograron aprehender a 12 gatilleros: 9 de la Familia y 3 del Cártel del Noreste.
Sesenta días más tarde, en Tizapotla, sicarios de la Familia Michoacana recibieron a tiros a agentes de la fiscalía, militares y guardias nacionales que daban seguimiento a un auto sospechoso. En el domicilio donde los tripulantes del auto se refugiaron, fueron encontradas armas, ponchallantas, motocicletas y autos robados, así como varias dosis de crystal.
Uno de los agresores murió. Algunos intentaron escapar, pero no lo consiguieron. Entre los detenidos se encontraba Francisco “N”, La Rubia, jefe de plaza en Puente de Ixtla.
Fichas de inteligencia identifican a algunos de los más peligrosos líderes y jefes de plaza de esta organización criminal: Luis Gómez Gómez, El Kalimán y Orlando Rodríguez, El Ruso. Los documentos ubican también a un sujeto apodado El Mocho, como líder en Puente de Ixtla, a otro apodado El Jaguar o El Comandante Felino, encargado de Amacuzac, y a Rodolfo Reyna, jefe de plaza en Coatlán del Río.
La Familia Michoacana es considerada el problema relativamente más reciente en un estado en el que los problemas se encuentran en estado de ebullición. Hoy, a tiros y con ayuda de la clase política local, tiene a Morelos en el puño.