Según la ficha de extravío, una mujer se la llevó el pasado 11 de febrero, mientras ella aguardaba a su madre a las puertas de la escuela Enrique C. Rébsamen, en la colonia Tulyehualco, alcaldía de Xochimilco .
La pequeña Fátima , de apenas siete años de edad, estuvo en calidad de desaparecida a lo largo de cinco días. Sus restos fueron hallados en la alcaldía de Tláhuac , dentro de una bolsa de plástico, el sábado 15.
Ese fin de semana, un supuesto familiar señaló en Twitter que la menor había aparecido “asesinada, desnuda y torturada”. La misma persona informó después que a Fátima le “extirparon sus órganos vitales”.
La noticia causó revuelo en un ambiente al que el tema del feminicidio y la violencia desatada contra las mujeres había vuelto explosivo. Las redes sociales hervían de indignación. Las autoridades señalaron que la menor había sido vista por última vez “en compañía de una persona del sexo masculino”, aunque luego presentaron imágenes de una mujer que se llevó de la mano a la niña.
El lunes 17, la fiscal general de justicia de la ciudad Ernestina Godoy, aseguró en entrevista de radio que no había certeza de que el cuerpo encontrado correspondiera al de Fátima: según la funcionaria, los padres de Fátima habían acudido a ver el cuerpo, y no lo reconocieron.
“Es una situación complicada. Desafortunadamente la mamá está enferma, trae una enfermedad mental y su papá igual, tiene demencia senil”, dijo.
No tardó en filtrarse que la madre de Fátima padecía de esquizofrenia. En el Instituto de Ciencias Forenses, María Magdalena, la madre de la menor, se negó a entrar en diálogo con la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, que había ido a buscarla (“No tengo nada que hablar con ella”), y negó los señalamientos de la fiscal: “No estoy loca”.
Rodeada de reporteros, la mujer señaló que el responsable de la muerte de su hija se llamaba Alan Herrera y vivía por Iztacalco. “Él es el responsable de la muerte de mi hija y también de mi hermana y de mi cuñado… le quitó la vida a mi hija, a mi hermana Claudia Verónica… y a mi cuñado Armando…”.
Agregó: “Se ha hecho pasar por muerto mucho tiempo… se hizo pasar por muerto porque tiene contactos dentro de la delegación, pero está más vivo que yo”.
Según una nota periodística, la señora María Magdalena sí había reconocido el cadáver de la niña y había dicho que “su carita estaba muy morada” y que sus agresores “le tumbaron sus dientecitos”. Algún medio señaló que a la niña no solo le habían extirpado los órganos, “sino que la dejaron sin dientes”.
En uno de los videos que circularon en las redes, la madre de Fátima aseguró que el tal Alan Herrera “se hace pasar por Antonio Martínez”.
Las redes volvieron a estallar para exigir, ahora, que Alan Herrera fuera localizado, detenido e incluso “quemado vivo”. “Que lo linchen en el Zócalo”, tuitéo alguien. Una hermana de la señora María Magdalena declaró, de acuerdo con otra nota, que en realidad Alan Herrera había muerto hacía diez años, al igual que “mi hermana Claudia”.
En unas horas todo se enturbió. Sin que se entendiera bien por qué, el DIF de la ciudad de México reveló que desde 2015 existían reportes de maltrato y descuido emocional hacia la pequeña Fátima , “entonces de dos años de edad”. La tarjeta dada a conocer por el DIF señaló que “existía descuido y negligencia generado por la progenitora y su padrastro”.
Al mismo tiempo, la jefa de gobierno declaraba que su administración estaba siempre del lado de las víctimas y prometía “llegar a la verdad”.
Por la tarde, la fiscal Ernestina Godoy ofreció a la familia de Fátima “el mayor de mis respetos” y les expresó “mi más sentido pésame”. Indicó también que la necropsia no arrojó “nada que tenga que ver con el tráfico de órganos”.
Para cerrar ese día tóxico, un familiar de la pequeña Fátima denunció que las cámaras de la zona no sirven, y que la propia familia tuvo que conseguir las imágenes que presentaron las autoridades en los comercios cercanos. Denunció que el gobierno había tardado en atender la denuncia, y que los protocolos de seguridad de la escuela fallaron. Todo esto junto expresa el caos: la suma de ineptitudes, imprudencias y negligencias en que se halla hundida la ciudad.
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