A la joven Pamela Gallardo, sus familiares llevan más de siete años buscándola. En noviembre de 2017 fue a un concierto al Ajusco, en compañía de su novio. Su pista se perdió en el kilómetro 13.5 de la carretera Picacho-Ajusco. Según la declaración del novio, esa madrugada se pelearon y él fue a dejarla a la fila de camiones que los organizadores del “Soul Fest” habían dispuesto para regresar a la gente a distintos puntos de la Ciudad de México.

La búsqueda de Pamela, por parte de las autoridades, sencillamente no se realizó: hubo solo dos jornadas de búsqueda en la zona a lo largo de seis años. La familia ha pasado por fiscales, ministerios públicos y decenas de policías de investigación.

La desaparición ocurrió cuando Claudia Sheinbaum era delegada en Tlalpan. Sheinbaum se convirtió en jefa de Gobierno y desde ahí se catapultó a la Presidencia de la República, donde anunció que había llegado el tiempo de las mujeres. Pero los fiscales de la hoy presidenta, Ernestina Godoy y Ulises Lara, no le abrieron la puerta a la familia de Pamela, que cada año acude a protestar a las instalaciones de la fiscalía capitalina.

Por el contrario, como en el caso de otras familias buscadoras, la de la Pamela solo ha encontrado descalificación, indiferencia, hostilidad.

María del Carmen Volante, la madre de la joven descubrió que el de su hija no era el único caso de desaparición en la capital del país y formó uno de los primeros colectivos de familiares de personas desaparecidas de la CDMX: “Hasta Encontrarte”. En muy poco tiempo, la organización triplicó el número de sus miembros.

Los integrantes del colectivo son eternos caminantes del Ajusco: el tiradero de mujeres, el cementerio clandestino, el sitio de ejecución de la Ciudad de México. Durante jornadas de búsqueda, han hallado varias veces restos óseos. En una ocasión localizaron 11. Las autoridades no les han compartido los resultados de los exámenes de ADN.

Jacqueline Palmeros, fundadora del colectivo Una Luz en el Camino, y quien hace unas semanas encontró ella misma los restos de su hija Monserrat, desaparecida cinco años atrás, ha denominado al Ajusco “un panteón lleno de fosas”. En 2021 su colectivo localizó 400 restos óseos. Ella dice que al recorrer el Ajusco es posible tropezar con falanges y dientes. En agosto de 2020 dieron con el cráneo de una persona no identificada.

A la fecha, nadie sabe cómo se fue Monserrat. Nadie sabe qué pasó con Pamela. No se sabe tampoco qué ocurrió con Margarita Carmona, de 17 años de edad, quien desapareció en Santo Tomás Ajusco en junio de 2019 y de la que solo unos fragmentos óseos fueron encontrados durante una jornada de búsqueda realizada dos años más tarde. “Le faltan sus piecitos. Sus manitas. Sus costillas. Le falta mucho, encontraron unos dientes y su cráneo”, apuntó su madre en una declaración que nadie quisiera oír, que nadie querría pronunciar.

Cuando en sus “mañaneras” se tocaba el tema de las desapariciones en el Ajusco, la entonces jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, aseguraba que ya se había reforzado la seguridad en la zona. Ni a ella ni a López Obrador les gustaba que a partir de 2018 se hubiera registrado el mayor número de desapariciones en México.

Él desmanteló la Comisión Nacional de Búsqueda y forzó la renuncia de su titular, Karla Quintana, a través de un mensaje que fue llevado por Alejandro Encinas: no quería pasar a la historia como el presidente con el mayor número de desapariciones registradas.

Sheinbaum, por su parte, quiso que Quintana le entregara el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. Para bajar las cifras, presionó para que a las clasificaciones “desaparecida”, “no localizada” y “localizada”, se agregara la de “ausente”. Esto se supo por fuentes de Gobernación y de la propia fiscalía capitalina: les urgía subclasificar, para restarle magnitud al problema.

En febrero de 2022 fue encontrado el cuerpo de Anahí Michelle en el kilómetro 32. Estaba encobijado, presentaba golpes, la habían cubierto con la colcha de un hotel de Patriotismo. Pobladores la hallaron por accidente, al ir a apagar un incendio. La cámara más cercana estaba a tres kilómetros.

Desde 2016 aparecían en las inmediaciones de Santo Tomás Ajusco cadáveres de mujeres. En 2021 fue aprehendido un taxista al que se conoció como “el asesino serial del Ajusco”, y al que se relacionó con cuatro violentos feminicidios.

Vinieron más promesas de reforzar la vigilancia, pero nada cambió. Al menos cuatro cuerpos de conductores de taxi han aparecido ahí, el último, el pasado 24 de enero. Hace cuatro años fueron ejecutadas en Santo Tomás Ajusco, el mismo día, seis personas. Los colectivos suelen hallar prendas de ropa y hasta autos abandonados.

La nueva jefa de gobierno, Clara Brugada, dice que no quiere que el Ajusco sea sinónimo de abandono y que lo va a intervenir. El secretario César Cravioto dice que se reforzará la seguridad y se incrementará el número de cámaras de vigilancia. Para los colectivos, se trata de quitar importancia al tema, de evitar su visibilización.

Solo en el último año, el número de desaparecidos en la CDMX tuvo un incremento de 96%.

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