“Nunca creí presenciar escenas como estas en San Cristóbal de las Casas”, escribió ayer en su cuenta de Twitter la diputada de Morena Patricia Armendáriz. Al tuit lo acompañaba un video en el que aparecían hombres encapuchados, algunos de ellos con chalecos tácticos, provistos de armas largas.
Acababa de ser asesinado el líder de artesanos Gerónimo Ruiz. Dos hombres a bordo de una motoneta lo acribillaron en las cercanías del templo de Santo Domingo. Solo el parabrisas de su Jetta presentaba seis impactos.
Ruiz logró enviar un último mensaje: “Aquí frente a mi casa me dispararon, güey. Dos en moto”. Salió de su auto y se desplomó sin vida.
Siguió una balacera en las calles, que sumergió a San Cristóbal en el pánico. Miembros del grupo liderado por Ruiz comenzaron a buscar a los asesinos, disparando al aire.
San Cristóbal de las Casas es la segunda ciudad turística con mayor narcomenudeo después de Cancún. En junio del año pasado la ciudad fue tomada durante cinco horas por un grupo armado.
Hubo tiros, quema de vehículos, bloqueo de calles. Algunas personas permanecieron todo ese tiempo encerradas en supermercados y centros comerciales que habían bajado las cortinas.
Las autoridades tardaron más de tres horas en hacer presencia.
Desde hace años la ciudad está bajo el dominio criminal de una banda local conocida como Los Motonetos. El grupo opera el cobro de piso entre los comerciantes, el asalto a cuentahabientes, el robo de vehículos, la venta de protección a taxistas, la venta de autopartes robadas, el narcomenudeo y la llamada “etnopornografía” —que se vende en los mercados locales y en la que se obliga a mujeres tzotziles y chamulas a tener relaciones frente a una cámara.
Muchas veces, las protagonistas de esas grabaciones son menores de edad.
Los Motonetos han ido a amedrentar en su propio cuartel a la policía municipal y el alcalde ha declarado que carece de recursos para hacerles frente. Los reclamos por la inseguridad llevan años creciendo.
La actual disputa es por el control, entre otras cosas, del Mercado Norte, en donde cerca de 300 locatarios deben pagar cuotas mensuales para que los dejen trabajar. El Mercado Norte es un centro de distribución de drogas al menudeo, y en este es posible también adquirir, además de pornografía, todo tipo de armas. El asedio incluye a los agremiados en la Asociación de Locatarios de Mercados Tradicionales de Chiapas.
En la primera década del siglo XXI, los Zetas llegaron a los Altos y se adueñaron del trasiego de droga, de la tala de madera y del robo de combustible, así como del tráfico de armas y de personas. Desplegaron células o “estacas” en municipios chiapanecos estratégicos. Quedaron bajo su control, entre otras poblaciones, Comitán, San Andrés Larráinzar, Chenalhó, San Juan Chamula y San Cristóbal de las Casas.
Lo que vino fue una descomposición social que infestó la zona de los Altos —no solo en pueblos, también en organizaciones— y dejó graves problemas de adicción en las comunidades.
Tras el declive de los Zetas en San Juan Chamula surgió el primer cártel indígena, el Cártel Chamula, que aprendió las técnicas del grupo criminal y decidió explotarlas en su propio provecho.
Tomó control de la trata de personas, de los giros negros, del tráfico de migrantes y del cobro de piso.
En noviembre de 2021 el entonces subsecretario de Seguridad Ricardo Mejía Berdeja reconoció la existencia de este cártel y lo identificó como uno de los mayores generadores de violencia en la región. A esta escalada se habían sumado, para entonces, el Cártel Jalisco Nueva Generación, que penetró las comunidades rurales, y el Cártel del Pacífico, que comenzó a operar en las ciudades.
Se cree que la “plaza” principal del Cártel de San Juan Chamula es precisamente San Cristóbal de las Casas, una ciudad visitada por millones de turistas cada año y que representa ganancias mensuales de millones de pesos.
Los Motonetos se alquilan como grupo de choque y brazo armado.
No hay una estrategia por parte del gobernador Rutilio Escandón para detener la bomba de tiempo que se viene: ha entregado la plaza con los brazos cruzados. De la estrategia federal, de abrazos no balazos, no hay nada que agregar. Abundan las denuncias que indican la complicidad de militares, agentes migratorios y guardias nacionales en la orgía de ilegalidades que ha caído sobre Chiapas.
Tiros con armas largas a las doce del día. Un baño de realidad para el país en el que, según el discurso oficial, no pasa absolutamente nada.