El Tren Interoceánico que salió de Salina Cruz a Coatzacoalcos la mañana del domingo se descarriló en Ixtaltepec. El saldo fue de 13 muertos y 109 heridos. En julio de 2024 el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador reveló que su hijo Gonzalo López Beltrán había sido nombrado supervisor “honorífico” de una obra que costó al menos 65 mil millones de pesos, y que este domingo se convirtió en una de las mayores tragedias de 2025: un golpe que da directo en el corazón de la 4T y en uno de los proyectos emblemáticos del obradorismo.
Tres meses antes de que AMLO revelara que su hijo era supervisor “honorífico” en la construcción del Tren Interoceánico, se difundieron conversaciones telefónicas que revelaban que uno de los contratistas favoritos del sexenio, el empresario Jorge Amílcar Olán Aparicio, amigo de los hijos de AMLO, había recibido del gobierno un contrato de más de 490 millones de pesos para suministrar, sin certificaciones de calidad, la piedra triturada conocida como balasto que se coloca entre los rieles para asegurar la estabilidad de las vías.
De acuerdo con la conversación difundida, Bobby, como se conoce a López Beltrán, había dado a Olán una instrucción específica: “Tú tienes que producir 500 mil metros cúbicos (de balasto) de aquí al 30 de noviembre. ¿Cómo le vas a hacer? Ese es tu pedo”, se oyó decir al empresario tabasqueño.
Su interlocutor, Pedro Salazar Beltrán, primo de los hijos del expresidente, quien fungió como proveedor del Tren Interoceánico habló de los “moches” que se repartían a un laboratorio para que el balasto de mala calidad fuera aprobado: “Al laboratorio hay que pasarle su mochada cada 3 mil metros cúbicos, para que autoricen, y ya a la verga… Cada 3 mil metros cúbicos ellos hacen un análisis del material, cómo está llegando. Entonces, cada 3 mil metros cúbicos para su mochadita pa’ que den el palomazo de que todo está bien”.
Salazar Beltrán dijo entonces una frase que se ha viralizado tras el descarrilamiento del Interoceánico: “Ya cuando se descarrile el Tren, ya va a ser otro pedo”.
Los traficantes de influencias que actuaron bajo el amparo del gobierno de López Obrador recibieron contratos tanto para el Tren Maya como para el Ferrocarril Interoceánico, dos proyectos estrella del sexenio lopezobradorista.
Con visible molestia, la presidenta Claudia Sheinbaum canceló en su mañanera la posibilidad de investigar a los hijos del expresidente. No solo eso, sin hacer una sola mención a los antecedentes arriba recordados, Sheinbaum, apoyada por paleros enviados a hablar de “la rapiña de los medios”, se dejó ir una vez más contra la prensa:
“Su objetivo es denostar”, dijo.
Queda claro que la rendición de cuentas es vista como un insulto en el gobierno de la presidenta. Una vez más, la víctima de la tragedia es ella: los villanos son los medios y los periodistas que cumplen con la tarea de informar y cuestionar.
Al tomar posesión en 2024, Sheinbaum prometió garantizar la libertad de expresión. En los hechos, ha ocurrido todo lo contario. El hostigamiento contra la prensa ha alcanzado bajo su gobierno niveles que no tienen precedente. Solo en el primer semestre de 2025 la organización Artículo 19 documentó 51 casos de acoso judicial contra medios y periodistas.
2025 cierra con los 13 muertos y los 109 heridos del Interoceánico, uno más de los caprichos de López Obrador y un caso más de corrupción en el que aparecen involucrados sus hijos, y con la andanada en contra de la prensa lanzada desde el micrófono más importante y más poderoso de México.
Entre enero y julio 39 periodistas y 12 medios de comunicación recibieron notificaciones de procesos legales en su contra: un proceso judicial cada cuatro días.
No se trata de casos aislados: estos procesos se están llevando en 18 estados de la República. Al mismo tiempo, la lista de periodistas purgados de los medios de 2024 a la fecha es ya verdaderamente escandalosa. Si durante el sexenio de López Obrador se emprendió la desautorización, la destrucción del prestigio de comunicadores y medios críticos, lo que vino con el ascenso de Sheinbaum al poder ha sido una operación de silenciamiento: presiones sistemáticas desde la Presidencia para que las voces no alineadas pierdan sus espacios. Esa operación ya es completamente visible en las mesas de debate de radio y televisión, así como en buena parte de los diarios.
En la reciente aparición del libro “Cállense: los nuevos rostros de la censura”, editado por Grano de sal y compilado por el periodista de izquierda Humberto Musacchio, en el que figuran textos escritos por una treintena de autores con miradas absolutamente distantes entre sí, está la exacta radiografía de la censura en México durante el primer año de Claudia Sheinbaum.
Las presiones desde la Presidencia de Sheinbaum han dejado de ser un secreto a voces para convertirse en la vida cotidiana de los medios.
El descarrilamiento del Ferrocarril Interoceánico no solo agrega otra tragedia al de por sí trágico proyecto lopezobradorista: cierra un año de escándalos caracterizados por la garantía de impunidad y cierra un año de ataques, de persecución, de intolerancia a la prensa crítica.
Es el año en el que el gobierno de Sheinbaum ha enviado a medios y periodistas un mensaje: Cállense.

