El motivo de la guerra entre el grupo que encabeza Iván Archivaldo Guzmán Salazar y el de Ismael Zambada Sicairos, no es la venganza por la traición de Los Chapitos, es la lucha por ver cuál de las dos facciones se queda con el mando de las plazas de más alto valor estratégico, de las rutas, de las aduanas y los puertos que ha controlado durante décadas el Mayo Zambada, relacionadas con el tráfico de drogas (mariguana, cocaína, heroína y drogas sintéticas) y el tráfico de armas de Estados Unidos hacia México, actividades criminales que generan ganancias incuantificables. Ésta ha sido siempre la causa principal de los enfrentamientos entre narcotraficantes: poder, dinero y respeto.

La alta conflictualidad que genera la guerra en Culiacán exige de las organizaciones criminales desplegar su capacidad de negociación, es decir, la posibilidad de establecer alianzas entre ellas, una actividad vital para su supervivencia, porque no hay tanta “disponibilidad” de aliados como pudiera pensarse, no solo porque el Estado desarticula en forma constante grupos criminales sino porque tomar partido por el bando equivocado puede significar una sentencia de muerte para la organización y no pocos líderes criminales prefieren permanecer neutrales, aún más cuando existe presencia militar en la zona de conflicto.

Por eso, en el escenario que se vive en varios puntos de nuestro país, cada movimiento o alianza que haga un grupo criminal respecto de otro es un acto de estrategia pura, donde el cálculo preciso y la anticipación de la forma como van a reaccionar los grupos rivales son determinantes para la autopreservación.

Las alianzas son acuerdos de cooperación entre actores criminales con intereses convergentes que comparten objetivos comunes. Se puede establecer una alianza por conveniencia (transitoria); una alianza suma de fuerzas (de sobrevivencia); una alianza familiar (más duradera); o una alianza estratégica (para derrotar enemigos). En cualquier caso, la alianza implica un proceso previo de construcción progresiva de acuerdos que se da solo después de superar etapas intermedias de rivalidad entre organizaciones criminales; no se pasa del ánimo de destrucción mutua que tienen dos grupos confrontados, a la alianza, porque no solo hay desconfianza entre las partes, hay odio, hay resentimientos acumulados y ánimo de venganza. Y en el submundo criminal ni se perdona ni se olvida.

Por eso me parece poco probable la hipótesis de la alianza entre Los Chapitos y el C.J.N.G., ambos cárteles operan bajo otras reglas, tienen intereses opuestos y diferencias sustantivas respecto de sus mercados criminales; además, no se ve un cálculo a largo plazo de cómo podría beneficiar la alianza a ambas organizaciones; sin dejar de mencionar que los de Jalisco no tienen nada que ofrecer a los de Sinaloa que no tengan éstos y si en cambio, los sinaloenses se exponen a una traición táctica que les haría perder territorios bajo su control.

En el marco de la confrontación entre facciones del Cártel de Sinaloa, su pérdida de cohesión y evidente debilitamiento, el mapa criminal del país se reacomoda, poco a poco, sobre la base de nuevas alianzas que, en forma estratégica, el C.J.N.G. ha podido construir con organizaciones criminales locales: con Los Viagras para crear el Cartel Michoacán Nueva Generación; con Los Rodríguez, para conformar Gente Nueva Guerrerense; con una facción escindida de La Barredora, formó Cartel Tabasco Nueva Generación; en Chiapas el CJNG ha hecho alianzas con la organización criminal El Maíz y el Cártel Chiapas y Guatemala; en Guerrero, sus alianzas son con grupos locales que operan en los municipios de toda la Costa Grande: Coyuca de Benítez, Benito Juárez, Atoyac de Álvarez, Tecpan de Galeana, Petatlán y Zihuatanejo y ha consolidado alianzas con grupos que pelean el puerto de Acapulco, que sigue bajo control de Los Rusos.

Se trata de alianzas estratégicas en las que los jaliscos proporcionan apoyo logístico: equipo táctico y de comunicación, armas, dinero; pero también elementos con experiencia operativa y don de mando que aumentan las capacidades bélicas de los aparatos armados; aportan sus habilidades para recabar información de inteligencia; y, protección política y judicial. Para el cártel de las cuatro letras el bloque de alianzas criminales que ha podido conformar permite consolidar su hegemonía territorial a nivel nacional e inclina totalmente la correlación de fuerzas a su favor.

En contraste, el Cartel de Sinaloa ha perdido a sus líderes históricos (el Chapo, el Mayo y El Azul, que no da señales de vida); a parte de la generación de relevo (Vicente Zambada Niebla, “El Vicentillo”; Ovidio Guzmán, “El Ratón”; Joaquín Guzmán López “El Güero”); a sus jefes de seguridad (Néstor Isidro Pérez, “ El Nini”; Raúl Alberto “N”, alias “El Chore”; Eliseo Imperial “N”, alias “El Cheyo Ántrax”); a sus principales operadores (Hernán Domingo “El Mero Mero”; Edwin Antonio “N”, “El Max”); así como a uno de sus principales proveedores de precursores químicos (el ciudadano chino Zhi Dong Zhang).

Piezas claves en la estructura, con pensamiento estratégico, habilidades para establecer alianzas y sensibilidad para mantener el frágil equilibrio en el mundo del narcotráfico. Toda organización criminal necesita de gente lista y fuerza bruta, cabeza y manos, cerebro y músculo, gente inteligente y gente con capacidad para ejercer violencia y, por las acciones que vemos en Culiacán, todo indica que los sinaloenses se van quedando solo con gente proclive a resolver las diferencias por medio de las armas, la fuerza y la violencia.

Esta cadena de detenciones o abatimientos, así como los constantes operativos de destrucción de laboratorios clandestinos en la zona serrana de Cosalá y los decomisos de drogas, armas y dinero, encabezados por el Jefe Harfuch, han golpeado fuertemente a la estructura de la organización y nos dejan ver lo que parece ser la fractura definitiva e inminente atomización de la que fue una de las organizaciones criminales más poderosas de México con presencia en numerosos países del mundo. Es factible pensar que grupos criminales con los que mantiene alianzas o facciones dentro de la misma organización, aprovechen la debilidad y falta de visión estratégica que muestra la cúpula del Cartel para escindirse, viendo por sus propios intereses.

Así, mientras el C.J.N.G. se consolida como el cartel más importante en nuestro país, una organización cohesionada y con un sólido bloque de alianzas criminales; el Cartel de Sinaloa parece fragmentarse. Sin embargo, no debemos pensar que va a desaparecer, la escisión de los Beltrán Leyva (2008) y luego la de Damaso López y su hijo (2017), han mostrado la gran capacidad que tienen los de Sinaloa de resiliencia, adaptación y evolución ante condiciones adversas.

En nuestro país los tiempos han cambiado y el 2024 nos deja una reconfiguración del mapa criminal que está en curso, la cual obliga a que la Estrategia Nacional de Seguridad Pública del nuevo gobierno Federal, tome en cuenta estos cambios y anticipe estrategias de respuesta.

Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología.

academiamexicanadecriminologia@gmail.com

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