Treinta años de estrategias y acciones contra el crimen organizado nos han enseñado qué funciona y qué no funciona en el combate contra este flagelo social. No funciona descabezar organizaciones criminales; no funciona operativos conjuntos sin antes calcular la fuerza de reacción criminal; no funciona la contención ni mucho menos atenerse solo al modelo de reacción policial; no funciona improvisar mandos en puestos claves de la seguridad pública, porque es un ámbito en el que los aprendizajes y equivocaciones cuestan vidas humanas; ni tampoco funciona abandonar la capacitación de las corporaciones policiales ni que los estados le dejen todo el peso del problema de la inseguridad al gobierno Federal.
El Operativo Enjambre es un ejemplo de lo que si puede funcionar: coordinación e información útil generada con inteligencia policial. La coordinación se refiere a la participación de diversas agencias ya sea mediante operaciones conjuntas (con subordinación al mando operativo); u operaciones coordinadas (sin subordinación); sumando capacidades y distribuyendo tareas en tres anillos: seguridad perimetral (Sedena y Marina), seguridad mediata en puntos críticos (GN) y seguridad inmediata en el lugar del hecho (Policías Estatales), es decir, articulando a policías, marinos, militares y guardias nacionales, bajo un mando civil. El resultado son detenciones y puestas a disposición sin realizar un solo disparo, sin violencia y una ejecución impecable de lo que debe ser la inteligencia operativa, el sello del Jefe Harfuch.
Muestra de esta coordinación, uno de los ejes de la estrategia de seguridad, es que el despliegue operativo se llevó a cabo en diez municipios en forma simultánea y estratégica en los cuatro puntos cardinales del estado: al oriente en los municipios de Chicoloapan e Ixtapaluca, dos municipios colindantes; al poniente en el polígono que forman Santo Tomás (en los límites con Michoacán), Amanalco, Texcaltitlán y Tejupilco, éste último en Tierra Caliente; al norte en el polígono formado por Huehuetoca, Coacalco, Jilotzingo y Naucalpan; y al sur en Tonatico (frontera con Morelos).
El operativo en las cuatro regiones del estado refleja que detrás hubo inteligencia estratégica que planeó y calculó al menos cuatro objetivos: golpear a la Nueva Familia Michoacana; detener su avance, blindando la Capital del país; fortalecer la gobernabilidad del estado; y, focalizar la atención de la estrategia de seguridad en los gobiernos municipales. Además, manda entre líneas un mensaje enérgico de cero tolerancia a servidores públicos vinculados con el crimen organizado sin importar colores partidistas; y, como señaló con mucho acierto mi colega Eunice Rendón, otro mensaje al presidente electo Donald Trump: México ha cambiado y tiene la capacidad y la firme determinación de enfrentar al crimen organizado y al narcotráfico.
Si entendemos la lógica de la Operación Enjambre vemos que en su diseño hay un modelo que se va a reproducir en otras partes de la República, que privilegia la investigación basada en información de inteligencia. Para fortalecer este modelo se necesita aceptar que golpear su brazo político debilita, pero no desarticula a las organizaciones criminales. Es necesario dirigir una bala de plata al corazón mismo de la organización: sus recursos financieros.
Reconocer que cuando hablamos del narcotráfico y crimen organizado, estamos tratando con empresas criminales que poseen cuantiosos recursos económicos y que actúan dentro del mercado legal, nacional y trasnacional, con el más alto grado de eficacia y rentabilidad, lo cual solo puede lograrse mediante una singular combinación de la mente criminal del delincuente y la mentalidad empresarial de hombres de negocios que saben que participan, como lavadores de dinero, en negocios ilícitos que generan ganancias estratosféricas.
Por eso, al mismo tiempo que ordenes de aprehensión contra integrantes del brazo político de la organización debemos de ver detenciones de contadores, empresarios, prestanombres, corredores de bolsa y asesores financieros; procesos de extinción de dominio sobre activos fijos y congelación de cuentas bancarias: cortar su flujo de capital, rompe su cadena de distribución y bloquea su pago de nómina, es decir, paraliza a la organización.
Detrás de las detenciones deben de venir también los programas sociales y un ejército de policías de proximidad social para reconstruir el tejido social y reconvertir el brazo social del crimen organizado en capital social positivo.
Si la estrategia es el arte de obtener resultados con el Operativo Enjambre la presidenta Dra. Claudia Sheinbaum Pardo y el Secretario de Seguridad, Mtro. Omar García Harfuch, dan claras muestras de que la estrategia de seguridad del nuevo gobierno Federal está dando pasos firmes hacia la recuperación de la paz social.
Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología
@hchincoyat