El veredicto de culpabilidad en contra de Genaro García Luna nos permite reconocer, en forma preocupante, que en nuestro país hay grupos criminales que tienen la capacidad de ser corruptores de funcionarios de alto nivel (Secretarios de Estado/Fiscales Generales), pero sobre todo debe hacernos reflexionar ¿cómo encaja esta pieza del rompecabezas para que pueda funcionar la organización criminal?, es decir, nos debe permitir entender ¿cómo está organizado el crimen organizado como estructura criminal para mantener sus operaciones?

Ver no solo su innegable poder de fuego (Brazo Armado); sus inagotables recursos económicos (Brazo Económico); su capacidad logística para traficar toneladas de droga (Brazo Operativo); el apoyo que encuentra en importantes sectores de la población (Brazo Social), sino muy especialmente en la impunidad con la que actúa, gracias a la protección que recibe por parte de ciertos funcionarios del Estado (Brazo Político) y, menos visible aún, en el cobijo que recibe por parte de algunos ministerios públicos y jueces (Brazo Judicial), éstos últimos no sujetos a procesos de control de confianza.

La forma como interaccionan cada uno de estos sistemas o aparatos para mantener el lucrativo negocio del narcotráfico es solo una pieza del rompecabezas, que no se puede armar para diseñar una estrategia efectiva si no vemos la imagen que está en la tapa de la caja y nos concentramos en las piezas en forma aislada y desarticuladas de la estructura.

En Colombia se ha visto que cada generación de narcotraficantes ha producido innovaciones tecnológicas (lanchas rápidas, submarinos, drones, teléfonos satelitales, etc.) y operativas (camuflaje altamente sofisticado para introducir droga) para evitar que los cargamentos de cocaína sean detectados por las fuerzas del Estado. En nuestro país, los cambios que las nuevas generaciones de narcotraficantes han producido ha sido principalmente en su Brazo Político.

Las organizaciones criminales han comprendido que la clave para mantener sus actividades ilícitas es tener el control sobre su Brazo Político que, como escuchó el jurado en el juicio, fortalece a la estructura de su organización, expande sus actividades ilícitas y protege a sus integrantes. El servidor público está en la nómina de la organización, pero no por un acto aislado de corrupción, ni siquiera por intimidación o amenaza, sino porque el Brazo Político forma parte de la estructura de la organización criminal a partir de un proceso de apropiación del poder político.

Este enfoque cambia la estrategia, porque no es igual si las acciones del Estado son hacia un servidor público corrupto, que si son hacia un sistema político/criminal que permite la reproducción de la organización criminal desde la cúpula del poder político. Esta es una de las lecciones aprendidas que debe dejar el juicio de Brooklyn.

García Luna privilegió su avaricia a la alta responsabilidad que como secretario de Seguridad Pública Federal tenía de garantizar la seguridad del pueblo de México en contra del narcotráfico. Ahora su enorme fortuna no le sirve de nada. Como decía Jhon Jairo Velázquez, sicario de Pablo Escobar, ¿de qué te sirve ser el más rico de la cárcel, el más rico del panteón?, porque no hay lugar en el mundo que pueda hacerte sentir más fracasado que la oscura celda de una prisión.

Para quién traicionó a México, a sus instituciones y la confianza de los mexicanos, espero que la deshonra de una celda sea para lo que le reste de vida, en la celda más oscura posible.

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