En días pasados, del 9 al 13 de junio, en Niza, Francia, se llevó a cabo la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, mejor conocida como UNOC3, organizada conjuntamente por Francia y Costa Rica. A esta Conferencia le anteceden la primera que se llevó a cabo en Nueva York en el año 2017 y la segunda, en Lisboa, en el año 2022.
¿Por qué son importantes los océanos? De acuerdo con la Misión Permanente de Francia ante las Naciones Unidas, los océanos, entre otros aspectos, cubren más del 70% de la superficie terrestre y regulan importantes equilibrios ambientales, proporcionan vastos recursos, y albergan flora y fauna marina. Asimismo, ayudan a regular el clima, son la base de ecosistemas vitales y de la biodiversidad, proporcionan alimentos y recursos, y generan oxígeno. Actualmente, los océanos están fuertemente amenazados por los efectos del cambio climático, la contaminación de las aguas marinas y la alta sobreexplotación de los recursos marinos.
Proteger los océanos implica también preservar un muy importante sumidero de carbono y reservas de plantas, animales y ecosistemas, muchos de ellos aún desconocidos. Uno de los efectos visibles del cambio climático es el aumento de los niveles del mar, lo cual ha empezado a tener impactos negativos con graves consecuencias que fueron advertidas desde hace años por los expertos del Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. De ahí la urgencia de realizar acciones encaminadas a preservar los océanos en buen estado. Un gran reto que se presenta en ese sentido es impulsar la economía azul, ya que los mares son fuente de empleo, ingresos y alimentación para millones de personas en el mundo.
Tomando en cuenta lo anterior, la UNOC3 busca posicionarse como un foro en el que la comunidad científica, con base en sus estudios e investigaciones, pueda brindar orientación a los países participantes respecto de cómo atender las diversas amenazas y riesgos que enfrentan los océanos hoy en día, como son el cambio climático, la pesca ilegal, así como la contaminación por basura y petróleo, entre otros. Otro objetivo de la UNOC3 es que los países sean más ambiciosos en cuanto a la protección de los mares y océanos, asignando recursos financieros para conservarlos, promoviendo una economía azul sostenible y fortaleciendo sus políticas marinas.
El proyecto de Declaración “Nuestro océano, nuestro futuro: unidos para la acción urgente”, derivado de la UNOC3, hace énfasis en el hecho de que, uno de los objetivos de esta Conferencia fue apoyar la implementación del Objetivo de Desarrollo Sostenible 14 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, reafirmando el compromiso de los Estados participantes de conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos.
El proyecto de Declaración también resalta que los océanos son fundamentales para la vida en el planeta y expresa la profunda preocupación por la situación de emergencia que enfrentan los océanos en todo el mundo. “Un océano saludable, productivo y resiliente es esencial para una economía sostenible basada en el océano, la seguridad alimentaria y la nutrición”, señala el texto.
La citada Declaración resalta la relación que existe entre los océanos, el clima y la biodiversidad, la importancia de la implementación adecuada del Convenio Marco de la ONU sobre Cambio Climático y el Acuerdo de París, así como la implementación plena y efectiva del Convenio sobre Diversidad Biológica y el cumplimiento por parte de los Estados del Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal de llegar al 2030 con, al menos, el 30% de las zonas terrestres y de aguas continentales, y de las zonas marinas y costeras protegidas a través de algún tipo de Área Natural Protegida. También se establece la determinación de apoyar a los Estados más vulnerables a los efectos del cambio climático y al aumento en los niveles de los mares.
Además, se manifiesta la preocupación de los Estados por el rápido aumento de la contaminación por plásticos en el medio marino y sus consecuencia negativas sobre el medio ambiente y los ecosistemas. Por ello, se comprometen a elaborar un instrumento internacional que sea legalmente vinculante sobre la contaminación por plásticos en el medio marino. Igualmente, los Estados se comprometen a reducir y controlar la contaminación marina procedente de los buques, el ruido submarino radiado procedente de éstos y los vertidos en el medio marino. Se hace el compromiso de aplicar soluciones basadas en la naturaleza para restaurar los ecosistemas costeros como es el caso de los manglares y los arrecifes de coral.
La Declaración expresa una consternación por la degradación a nivel mundial del estado de las poblaciones de peces marinos debido, entre otras razones, a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada, la sobrepesca, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas acuáticos. Se pide a los Estados que promuevan planes de ordenación participativa de la pesca en pequeña escala, y que promuevan campañas de concientización y educación sobre la importancia de mantener un océano saludable. También se incluye que las acciones en favor de los océanos se lleven a cabo con la mejor información disponible, incluyendo -cuando se cuente con ellos-, los conocimientos tradicionales y de los pueblos indígenas, respetando en todo momento sus derechos como es el caso del derecho a la consulta, la cual debe ser libre, previa, informada y culturalmente adecuada. Finalmente, la Declaración solicita mayores recursos financieros para acelerar la acción oceánica y garantizar la salud y resiliencia del océano.
Las intenciones son buenas y los compromisos muy abundantes. Legalmente hablando, no hay un instrumento jurídico para que todo esto se lleve a cabo. ¿Cómo garantizar entonces que los Estados, incluido México, implementen estas medidas y acciones para garantizar océanos saludables en beneficio de nuestra salud y calidad de vida? ¿Contamos en México, y en muchos otros países, con la política pública, el marco legal, los recursos financieros, así como con los recursos humanos y materiales para hacer nuestra parte en este contexto global? De lo contrario nos quedaremos una vez más en el bla, bla, bla. No proteger un ecosistema vital del que dependemos es ir en contra de nosotros mismos. ¿Estamos conscientes de eso?
Fundador y director ejecutivo del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA)