Hace años, mi amigo Nicolás Echevarría hizo un documental que se llama Poetas campesinos. En la escena inicial, un maestro les enseña música, en popoloca y en español, a unos niños de San Felipe Oltlaltepec, un pueblo de la mixteca poblana. Es una escena muy hermosa. Me da por acudir a ella a veces y restaurarme así de penas y congojas. Bueno, si su sentido de México titubea o anda necesitado de terapia, búsquelo en línea y mírelo, por ejemplo en https://www.facebook.com/watch/?v=764414347439397

Alegran el ánimo las caritas de esos niños y niñas tímidos y luminosos y el maestro paciente y dedicado. La escena también es divertida cuando, por ejemplo, el maestro se afana en que un niño, a cargo de la enorme tuba de latón abollado, consiga resoplar algunas notas, y todas le salgan igual y todas mal: unos laboriosos bufidos de flato colapsante.

Bueno, pues ese maestro y esos niños son, a fe mía, lo mejor de México.

No como uno, que anda —como en el perfecto poema de Neruda— todo “walking around”; no como uno, que anda como un “cisne de fieltro”, queriendo llorar a gritos entre el “olor de peluquería”, porque “hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos”. Porque uno dice y dice y no quiere volver a decir

No quiero para mí tantas desgracias.

No quiero continuar de raíz y de tumba,

de subterráneo solo, de bodega con muertos

ateridos, muriéndome de pena...

Sí, anda uno a veces “walking around”. Pero consuela pensar en esos niños y niñas que hacen música, y más si se fantasea que habrán de prevalecer. Que el niño que resopla su trompeta va a desmoronar bíblicamente a los tiranos, y que la niña que raspa su violín derrretirá al síndico podrido y que los petardos que tunden los timbales arrasarán con los ricachones turbios. Walking around… En el escorial que hemos logrado hacer de nuestro país, el maestro hace con sus alumnos el “solfeo cristalino y simple” del Eslava, se convierte en López Velarde y, por un instante (“sol sol la si do re mi”) el país se afina y deja de tambalearse.

Tendría la música que enseñarse más y más en las escuelas: no hay mejor educación imaginable. La música previene contra la violencia; enseña a los párvulos armonía y también harmonía. La música civiliza y disciplina, propicia el trabajo en grupo, empuja la responsabilidad individual y colectiva, incita a la simpatía y a la empatía, fomenta adquisición de lenguaje, conecta los ojos con el cuerpo, fortalece a la memoria, vitamina los pulmones, ajusta los nervios intercraneales, enseña al alma a hablar con el tiempo y al corazón a rimar con el universo; empuja a administrar abstracciones, vitamina las matemáticas, acicatea el hervor general del occipucio y arrincona al “walking around”.

A los horrores de la corrupción, la estupidez y el crimen opongo cándidamente a los niños de la escuelita de San Felipe Otlaltepec, a la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México, la Infantil de la Escuela Superior de Música de la UNAM, la Infantil y Juvenil de Quebrantadero en Morelos, la Infantil Juvenil de Balvanera, la Infantil Makochi de Salterios, la Orquesta Renacimiento de Acapulco, la Infantil de Nezahualcóyotl y la Orquesta Infantil de Tepito, y a sus jóvenes atrilistas y a sus maestros y al Sistema Nacional de Fomento Musical… ¿Cuántas existirán todavía?

Por lo que a mí toca, seguiré creyendo en la Patria mientras haya una niña y muchacha, mucho más chiquita que su contrabajo, tallándole con determinación la barriga enorme y extrayéndole los retortijones cavernosos del Huapango...

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS