En una entrevista de 1984 con Antonio Caño Barranco, titulada “Yo también fui un emigrante”, Octavio Paz discurre sobre la frontera física y cultural, y sobre la convivencia entre México y los Estados Unidos. Me parece pertinente volver a ella, por lo que procedo a resumirla.
Razona Paz que “los emigrantes que vienen de Centroamérica, por razones políticas o por exceso demográfico” y usan a México como país de tránsito, constituyen una emigración que no cambia a México, pues es la misma raza, la misma cultura, el mismo pueblo. Pero ante el norte es distinto, pues ahí sí hay choque de civilizaciones, como en Europa, escenario de encuentros entre pueblos, sociedades y civilizaciones distintas.
Entre México y Estados Unidos el encuentro ha sido diferente. “Todo el sur de Estados Unidos fue mexicano”, y dejó de serlo (según la explicación convencional) por su instinto imperialista, lo que sólo es relativamente cierto, pues la verdad es que “el norte de México fue poco o mal colonizado, por España primero y luego por México”. Eran territorios poco habitados por tribus ́nómadas, combatidas por los españoles y después por mexicanos y estadounidenses. La falta de densidad demográfica permitió la expansión de Estados Unidos, y no sólo por imperialismo: hubo invasión porque no hubo colonización previa. “Ahora como la historia es extraña, se da el fenómeno al revés. Ahora los mexicanos, con gran crecimiento demográfico y por incertidumbre económica, buscan trabajo en Estados Unidos, que es un territorio ya ocupado”.
Pero “la migración es un fenómeno que no se puede detener”, opina; se podrá, si acaso, controlar, pero no detener, como tampoco los europeos podrán detener la emigración desde su propia periferia si no es atentando contra los derechos humanos. Y además los europeos y estadounidenses necesitan la mano de obra migrante.
Es necesario “buscar fórmulas de convivencia entre los distintos grupos”, piensa Paz. La solución antigua era el mestizaje; ahora hay dos grandes países que han conseguido resolver el problema de la pluralidad de pueblos, etnias y lenguas: la India lo resolvió, pero a través de las castas, solución inaceptable en el siglo XX, y Estados Unidos que “ha sido un experimento bastante notable de democracia multirracial”, el famoso melting pot que exige condiciones que no siempre se dan.
“Éste es uno de los grandes retos del siglo XXI. Las migraciones ponen en crisis no tanto al Estado como al concepto mismo de nación. La presión de diferentes idiomas, de diferentes culturas, una vez más, muestra que el reto es cómo convivir. Esto va a ser muy difícil y va a poner a prueba a las sociedades modernas. Pero si no se encuentran soluciones a la convivencia entre distintas nacionalidades, comenzarán luchas terribles”.
Paz concluyó: “Estoy convencido de que nuestro destino y el de Estados Unidos está ligado por la geografía y por la historia. Yo siempre he sido partidario de la integración, y en mi libro Pequeña crónica de grandes días sostengo, antes de que se hablara del Tratado de Libre Comercio, que a medida que entremos en el siglo XXI, la influencia de Estados Unidos va a tener que pactar con la realidad económica y que la solución para Estados Unidos, pero también para México y Canadá, es una comunidad”.
Hasta ahí Paz. Mucho antes de que la sobrevivencia misma del Estado mexicano dependiera de las remesas nutritivas y, claro, mucho antes de que la conciliatoria idea del melting pot fuese sustituida por la necia fantasía trumpiana de la guerra racial...