Es entre chistosa y dramática la escena: en el vasto zócalo, cariñosamente apodado “El corazón de la Patria”, se mira al heredero Andy López Obrador retacando en abundantes “selfies” las afectuosas cuanto espontáneas muestras de simpatía que le propinan media docena de legisladores y políticos mientras que la presidentA, ignorada y postergada, deambula con sus pasitos titubeantes hacia el encuentro con la Patria aglomerada.

Lo importante de la escena, me parece, es que contiene el instante en que el otrora llamado “Partido-Movimiento” del MoReNa se metamorfoseó en lo que es ahora: un Partido de Estado.

Pocos años después de haberse constituido como un movimiento que pregonaba el cambio, la limpieza moral, la revolución de las conciencias, la transformación, y la honestidad política, el MoReNa, ayer, de la mano del joven líder Andy, aceptó salir del clóset y mostrar lo que es realmente: una agencia que administra ambiciones políticas, es decir, el renacimiento del PRI tradicional. No deja de ser elocuente que el MoReNa, que se ufanaba de formar populares cuadros transformadores, y de estar lidereado por “brillantes pensadores” que educaban al pueblo en su Instituto Nacional de Formación Política (INFP) terminase en las manos (o las aletas) de un joven delfín hereditario.

Más que hacer historia, lo que nos gusta en México son los eternos retornos. Octavio Paz ya anticipaba, en un escrito de los ochentas (“La política y el instante”), el peligro de que el combate para acabar con el PRI y todo lo que representaba, acabase en las manos de los propios priístas. La única forma de deshacerse del PRI era votar por un neo-PRI, substituir al PRI por un “verdadero” PRI; un PRI previo al PRI primate, un PRI primigenio, un prístino PRI pricámbrico al que la izquierda rejuvenecería para bien del pueblo.

Ya anticipaba Paz en aquel escrito que más que partido político, la “izquierda” querría ser otro de esos movimientos político-sociales que se gradúan a partido-movimiento y finalmente —como todos los “partidos-movimientos” latinoamericanos— se convierten en partido-movimiento-gobierno (como ocurrió con El Supremo AMLO). Ahora, con la coronación zocalar de Andy y su cosecha de lealtades, anuncia el renacimiento del Partido-Movimiento de Estado.

El delfín Andy López Obrador, segundo de su nombre, ha anunciado su propósito de afiliar a 10 millones de mexicanos a su causa natatoria. El montón de politiquillos, legisladores y gobernadores que se le arriman para recatarse en una selfi, mostrando los caninos, es cada día mayor y más sincera. El Instituto Nacional de Formación Política del MoReNa, cuyo líder intelectual (un señor que se hace llamar “Fisgón”) administra los millones que recibe del erario para educar a las masas, ya anunciaba en 2021 que “MoReNa es movimiento y movimiento es juventud”, deberá agregar ahora “y juventud es Andy”, y entregarle la conducción del INFP, así como los millones subsecuentes.

Apenas en 2021, el “brillante pensador” (así se autodenominaban) “Fisgón” explicó que la misión del INFP era educar a la izquierda “para no agarrarnos del chongo y no dar espectáculos”. Bueno, el pasado domingo la “izquierda” se agarró dialécticamente del chongo y transformó los más rancios vicios del poder monopartidista a la mexicana en la epopeya chongal última. La “socialización del pensamiento” y “la conciencia colectiva” del pueblo se han transformado y regenerado en la fantasía final: el poder de El Supremo se traslada íntegro, al Supremito.

Y la presidentA titubeante camina hacia donde puede.

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