La progresiva regulación de la planta de la cannabis alrededor del mundo ha supuesto una importante discusión sobre las dimensiones y características particulares de su mercado. Hasta el momento, la evidencia parece indicar que este, a pesar de las grandes expectativas y del ingreso de poderosas compañías y conglomerados, es un mercado singular que no siempre se comporta como los de otros productos.
De esta forma, diversos análisis comienzan a mostrar la forma en que algunas grandes compañías -como las canadienses Canopy Growth o Aurora Cannabis, así como la neoyorquina Tilray, no necesariamente podrán imponer una hegemonía definitiva en el mercado, toda vez que sus proyecciones económicas se recortaron sensiblemente durante el último trimestre de 2021.
Según dichos análisis publicado en el portal MjBizDaily, las razones de este fenómeno se encuentran en la naturaleza misma de las dinámicas de producción, distribución y consumo de la planta para uso adulto; así como en las posibilidades competitivas de compañías más pequeñas, más flexibles y cercanas a las preferencias de sus clientes. Es decir, pareciera ser que el mercado de cannabis legal ofrece también oportunidades a los pequeños y medianos productores, en detrimento de las grandes corporaciones, cuyas participaciones de mercado han sido menores a las esperadas por los inversionistas financieros.
Según dicho reporte, la compañía Tilray, de Nueva York, contrario a lo esperado, observó una disminución en su participación de mercado al pasar de 15 a 11.7% en el último trimestre del año; Canopy de Ontario, de 10 a 8.7% en el mismo periodo; y Aurora, de Alberta, Canadá, de 3.7 a 2.8% en el último trimestre del año pasado.
Los analistas han reducido consistentemente las expectativas de ingresos de Tilray desde su fusión con Aphria en mayo pasado. Poco después, las perspectivas rondaban los mil millones de dólares (1.28 mil millones de dólares canadienses) para el año fiscal de 2022. Sin embargo, las últimas estimaciones para las ventas de este año van de $650 millones a $840 millones de dólares.
Cowen, la compañía neoyorquina de servicios financieros bajó recientemente sus pronósticos para las ventas netas de Tilray en 2022 a $671 millones de dólares. Por su parte, Jefferies, la compañía de inversiones bancarias, había previsto más de mil millones de dólares en ventas pero ese pronóstico se redujo a $700 millones.
Los pronósticos son similares para Canopy, ya que las últimas expectativas rondan los $570 millones de dólares canadienses, casi 200 millones menos que los anteriores pronósticos. En 2019, los analistas estimaban que las ventas de esta compañía en 2021 superarían los mil millones de dólares canadienses.
Por su parte, Aurora también enfrenta a expectativas menores, pues ahora el pronóstico para 2022 ronda los 250 millones de dólares canadienses, cuando en septiembre de 2020 CIBC, el banco canadiense de inversiones, estimaba las ventas para este año en 435 millones de dólares canadienses.
Los datos sugieren que, a pesar de distintas fusiones entre algunas compañías, las más grandes de ellas han visto reducidas sus expectativas de mercado de forma más o menos similar. Los analistas han disminuido sus expectativas, que llegaban a casi mil millones dólares anuales en ventas, para situarlas alrededor de 750-760 millones de dólares americanos para 2023.
En contraste, los productores artesanales y cultivadores extensivos como Organigram y Auxly parecen ganar terreno a expensas de sus competidores más grandes: Auxly pasó de tener 4% en abril, a 7.4% entre octubre y diciembre de 2021; mientras que Organigram tuvo la misma tendencia durante ese mismo periodo, al pasar de 5 a 7.4%.
Se proyecta que el ingreso de Auxly para este año aumente en 50% al pasar de la proyección inicial de 100.2 millones a 150 millones de dólares canadienses. Mientras que para Organigram el pronóstico aumentó de 120 a 142 millones de dólares canadienses para 2022.
Las dinámicas del mercado indican que las empresas dedicadas a la producción y comercialización de la planta deberán, antes que inyectar más capital financiero para su expansión, tener diagnósticos certeros sobre sus mercados y sobre todo, sus competidores. En términos de cannabis, no necesariamente los más grandes podrán borrar a los menos poderosos.
Es decir, estamos presenciando un ajuste de expectativas en cuanto a los relativamente nuevos mercados formales de cannabis en Norteamérica. El efecto esperado en el futuro próximo, así, parece que será de ajustes en cuanto a las dimensiones ideales de las compañías y, muy posiblemente, alianzas entre ellas y algunas más pequeñas y locales, con el fin de no perder flexibilidad y pulso con respecto a los mercados locales de la planta; de modo tal que, lo que en un principio pareció una suerte de “fiebre del oro verde”, el día de hoy ya no parece tan cierto. Lo cierto es que los mercados del cannabis para uso adulto van estabilizándose progresivamente, y probablemente durante los siguientes años veremos cuál es el verdadero valor de la industria, al menos en nuestra región económica.
Por eso, vale la pena señalar una característica de la producción de la planta que la diferencia de otros productos: cualquier persona, compañía grande o pequeña, puede cultivarla sin importar la escala en que lo haga. Es decir, la producción de cannabis implica necesariamente la posibilidad real de competencia entre actores de los más diversos tamaños. En este sentido, es importante considerar que una persona puede producir para sí misma con relativa facilidad, las asociaciones de cultivo pueden satisfacer las necesidades de grupos no demasiado numerosos de usuarios, y las grandes compañías pueden ser retadas por otras de dimensiones más modestas, o de alcances primordialmente locales.
Por ello, en una eventual regulación para México, serán determinantes las reglas de participación que se instrumenten. Hacerlas bien significaría que México podría tener un mercado diverso, incluyente y no monopólico para la planta, siempre y cuando los legisladores consideren y garanticen espacio y condiciones suficientes a todos los interesados, lo que supone reconocer y garantizar la producción personal, la de las asociaciones de cultivo sin fines de lucro, la de los productores rurales tradicionales, la de las pequeñas y medianas empresas interesadas en participar, y, desde luego, la de la gran industria, que deberá aceptar condiciones justas y equitativas para todos.
En el fondo no se trata únicamente de la dimensión del mercado, sino de lograr una regulación democrática, incluyente y responsable socialmente, que contribuya a la economía nacional, de una manera formal y transparente. Las ventajas que un esquema así supondría no son menores: intereses monopólicos acotados, nuevas oportunidades para compañías pequeñas y medianas, menos ingresos para el crimen organizado y más para la hacienda pública; así como más y mejores opciones para los usuarios mexicanos. Las oportunidades están ahí, y nos corresponde a los mexicanos aprovecharlas de forma inteligente e incluyente.