Paseando en la calle sin objetivo alguno observo a los peatones y llega a mí el siguiente cuestionamiento: “¿Quiénes son ellos?” Entro a la antigua Flor de Medellín y de reojo observo una televisión colgando, como si fuera un ahorcado, en la superficie de un muro. Algunos albañiles remodelan el lugar, ya que los propietarios desean cambiar la ubicación de los baños y ampliar el espacio con el propósito de sumar dos mesas más. Me alegra que en ese lugar existan aún planes de progreso. Me acomodo en una silla y recuerdo la minuciosa narración que mi sobrina llegaba a tejer acerca de sus profesores de preparatoria. Me aterra imaginar lo que estas personas han incubado en su mente o en su cerebro (en 1950, el filósofo Gilbert Ryle ofrecía la descripción de una mente que no se encuentra ubicada sólo en el cerebro, sino también en las nubes, los platos y las botellas: todo es extensión de nuestro cerebro). Luego de observar al resto de la clientela me pregunto “¿Las personas comunes, son en realidad comunes?” ¿Qué o quiénes ha contribuido a su formación? ¿Sus padres, los maestros, los vecinos, las empresas, los celulares, el cine?

En 1847, R.W. Emerson, ofreció sus famosas conferencias en Inglaterra a las que tituló Hombres representativos. Él comparaba al ser humano con una palmera que crece de dentro hacia fuera y puede desarrollar sin esfuerzo su propio espíritu: “Le es fácil al azúcar ser dulce y al salitre ser salado.” ¿Es eso posible? Emerson expresaba: “Si un hombre responde a alguna pregunta que no haya hecho ninguno de sus contemporáneos entonces quedará aislado.” (Esto lo he citado ya en algún artículo). Hacerse preguntas personales o singulares es en la actualidad muy extraño: lo tildan a uno de inadaptado o hablador. Yo considero que Emerson se leería con mayor provecho en nuestro tiempo. Les sugeriría a los lectores dejar de leer a los escritores actuales, aunque esto me incluya en el paquete: mirar hacia atrás hoy es un verdadero progreso.

En cierto momento uno debe tomar alguna dirección hacia donde orientar sus intereses. Por lo general todo es accidental y las vocaciones legítimas son extraordinarias. A mí me sigue intrigando cómo es que las personas saben lo que saben y cuáles son las razones o las causas que los empujaron a ser lo que supuestamente son. Es un enigma o una pregunta demasiado vaga, pero que resulta necesaria cuando se sopesa el grado de manipulación al que se ha llegado hoy en día cuando se guía a la piara humana hacia la anti-reflexión, al consumo de la pastura artificial, a la tecnología —como finalidad ética, no como herramienta— y a la comunicación vana.

En Verdad y método, H.G. Gadamer concebía el concepto de formación como uno de las características que las ciencias humanas oponen a las meramente científicas: la formación alude a una tradición que incluye el cuidado del lenguaje y la apreciación de los ideales prácticos que sirven para estimular una mejor convivencia. ¿Cómo llegará uno a ser lo que tiene que ser? Nos hemos acomodado en el seno de territorios salvajes, en manos de la voluntad de poder (lo que no podemos ordenar, administrar o vencer) que arrasa con la posibilidad de ejercer la conciencia y nos impide hacer las preguntas importantes, es decir, aquellas que nos otorgarán personalidad humana y mejorarán la convivencia. La literatura nos ayuda a hacernos esas preguntas. Sin esta los parlamentos o congresos semejan jaulas de pájaros trinando todos a destiempo y tornando más confusa nuestra posibilidad de forjar leyes, es decir respuestas a preguntas inteligentes.

La literatura nos permite modelar los más eficaces códigos civiles. La política es finalmente una ética, no un mercado de peleas por hacerse de celebridad o de un puesto público. Observo las mesas vecinas en La Flor de Medellín, y las personas me parecen extrañas: ¿Tienen algo en común? ¿Cómo han sido formadas? ¿Tuvieron oportunidad de participar en esa formación? Me detengo y dejo de hacerme preguntas banales. Me aislo entre la clientela y la gente que entra y sale de esa modesta fonda a la que llaman cantina. Ratifico que aislarse en medio de los demás es la manera más eficaz de desaparecer.

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