Si las guerras son peleadas por niños, como es evidente, entonces hemos vivido desde hace milenios en una especie de guardería global (nosotros, los mexicanos, lo hacemos en el país de las fosas: monstruosidad sin adjetivos). Antier releí el cuento, La dama de los naipes (así prefiero traducirlo), del escritor ruso Alexander Pushkin, quien naciera en 1799 y muriera en 1837, a consecuencia de un duelo. El relato se centra en la avaricia y en la jugada que le hace la muerte a un apostador de nombre Hermann. La muerte siempre acecha y es mejor disfrutar lo más posible de nuestros días antes de volver al caos primigenio. ¿Cómo pueden algunas personas desperdiciar ese tiempo cultivando su avaricia, la cual se transforma en tacañería del alma, en grosería civil? Ya he comentado que en El jugador, la novela de Dostoiewski, se dice que los rusos juegan para perder, ya que hacerlo con el propósito de ganar es, por lo menos, ingenuo. Como he dicho antes varios conocidos míos que me halagan con su amistad se lamentan de la pobreza, simulan la miseria incluso, mas caminan seguros y arrogantes sobre los pobres, como en su apacible campo de golf. Tal vez logren disfrazarlo de anarquismo, como lo hizo Pessoa, pero aquí no hay excusa; ¡a pagar sus impuestos!, al menos, y sobre todo a dejar de cultivar la avaricia. En cualquier momento la dama de los naipes les cerrará un ojo (la parca) y la oscuridad se volverá eterna.
La avaricia puede considerarse uno de los mayores vicios que acometen a un ser humano; a su lado el resto de las drogas físicas parecen sólo un juego, a veces mortal, a veces estimulante. ¿El mayor de los vicios? No hay duda: es el ser humano. Octavio Paz escribió “Estamos solos. La soledad, fondo de donde brota la angustia empezó el día en que nos desprendimos del ámbito materno y caímos a un mundo extraño y hostil. Hemos caído; y esta caída, este sabernos caídos, nos vuelve culpables. ¿De qué? De un delito sin nombre: el haber nacido.”
Y no tengo que remitirme a ejemplos actuales ya que pueden cerciorarse de ellos mirando la televisión o revisando periódicos u otras publicaciones. Insisto que el ascetismo y la confianza en nuestra condición efímera podría ofrecer salidas humanas a las personas. No escalar al tren del consumo y la agitación compulsiva que labra la época actual. Yo, y me disculpo por ofrecer mi ejemplo, apenas tengo un dinero me lo gasto (y pago al maldito banco cuya impunidad ante el Estado es en verdad colosal) y dejo abierta la puerta para que entre la dama de los naipes. Sé que siempre trabajaré, pero no me interesa; puedo vivir en un camellón. En general carecemos de referencias que suplan el enloquecimiento al que nos condena el consumo. ¿Mas cuáles son las referencias a partir de las que la población mide sus movimientos? Casi todas baladíes en la actualidad.
Suelo decir que la política es fingir que todos somos amigos. A veces se logra el milagro de la amistad, pero ello es excepcional o requiere de casi toda una vida para tomar forma o fundamento. Ahora me pregunto, ¿por qué el desprecio de una comunidad hacia la cultura y a las artes? Es un misterio, aunque pudiera arriesgar a decir que se trata de un problema que involucra la educación y a su acercamiento a las actividades estéticas. Cuando un país le da la espalda a la educación, a las artes y a las ciencias, y no se invierte lo suficientemente en ellas, podemos estar seguros de que caminamos hacia atrás. Si hacemos cuentas, en México por ejemplo, quienes han dado la cara ante el mundo han sido los artistas y escritores. Aquí una mención o collage apresurado y espontáneo de quienes me vienen a la mente: Alfonso Reyes; Vasconcelos; Fuentes; Paz; Tamayo; Toledo; Teresa Margolles; José Agustín; Miguel Calderón; José Guadalupe Posada; Daniel Guzmán; Pedro Valtierra; Diego Rivera; Kahlo; Aceves Navarro; Rulfo; Dolores del Río; Agustín Lara; García Ponce; Elena Garro; Artemio; Finito López; Hugo Sánchez; Sor Juana Inés; Flores Canelo; Juan Segura; José y Silvestre Revueltas; Ripstein, Yoshua Okón y otros más. O estudiosos y pensadores: Enrique Florescano; Mario Molina; Marcos Moshinsky; Miguel León Portilla; Leopoldo Zea; Carlos de Sigüenza; Huberto Batis; Roger Bartra; Manuel Toussaint; Antonio Alatorre; Josefina Muriel y varios más cuya importancia es similar o mayor. Y no añado en ambas listas a otras personalidades muy importantes pues la susceptibilidad vacua es una de las debilidades de nuestra cuna. Mas si deseo recordar a políticos célebres apenas puedo nombrar a algunos cuantos utilizando los dedos de una mano. Entonces; ¿de dónde procede el desprecio a la educación y a las artes por parte de la población y algunos gobiernos? ¿Y de dónde emerge el enseñoramiento de los funcionarios públicos? Un misterio. En realidad, desde mi visión, la tierra simbólica y física en la que se funda el país donde vivimos es la cultura, el pensamiento y las artes, principalmente.