Las estimaciones sobre el comportamiento de la economía mundial en 2020 continúan siendo revisadas a la baja. En la actualización de junio de las Perspectivas económicas mundiales del FMI, se proyecta una caída del PIB de 4.9%, mientras en junio se estimó una contracción de 3%. Para México el FMI estima la reducción del PIB en 10.5%, que es 3.9 puntos porcentuales más que lo previsto en junio. Uno de los datos relevantes del informe del FMI es que la recesión está presente en el conjunto de la economía mundial, en todos los continentes, lo que no aconteció en los años 2008-2009. En esos años la economía de China y la de India continuaron creciendo, la primera a tasas semejantes a la de años previos y, en América Latina, Argentina redujo su crecimiento con recuperación inmediata y en Brasil sucedió algo semejante. El comportamiento de la economía mundial es únicamente comparable con lo acontecido en los años 1929 y 1930; sin embargo, el contexto es diferente.
En los años veinte del siglo pasado no se había construido Estado de Bienestar alguno e incluso tampoco se había logrado que en muchos países de lo que se conoce como occidente los gobiernos fueran decididos por el voto del conjunto de los ciudadanos sin limitación alguna. A la fecha, lo notable es lo endeble de las instituciones de salud en la mayor parte de los países, las precarias condiciones en que viven amplios y diversos grupos de la población, incluso en las economías avanzadas, el notable peso de la informalidad laboral en las denominadas economías de mercados emergentes y en desarrollo, y la multiplicación del trabajo precario, flexible en todo el mundo. Todo contradice cualquier idea de progreso y aún más de justicia social. Revela que la democracia no tiene un contenido social y, por tanto, no considera el interés de la mayor parte de la población.
Es el contexto en el que están actuando los bancos centrales, bajo la premisa de que su labor es dotar de liquidez a la economía. Para ello, como lo hacen desde años, reducen las tasas de interés de referencia, incluso a valores negativos, y realizan cuantiosas operaciones de compra de papeles, títulos, deudas. El mundo de las finanzas navega en el mar de la crisis, pero las actividades productivas, las manufacturas, los comercios, los servicios no necesariamente se benefician de estas acciones.
En México, el banco central opera con los mismos criterios. En el curso de seis meses ha reducido de manera importante lo que denomina el objetivo para la tasa de interés interbancaria a un día, que funciona como tasa de referencia. En diciembre de 2019 se fijó en 7.25% y en la reunión del 25 de junio acordó una tasa de interés de 5%. También decidió semanas antes ejecutar diversos programas de compra de títulos de deuda para dotar a los bancos de liquidez y por decisión de la Comisión de Cambios ha estado ejecutando con recursos ampliados el programa de coberturas cambiarias liquidables en moneda nacional. El incremento en este programa, acordado desde el 9 de marzo, fue de 20 mil millones de dólares a 30 mil millones de dólares.
Además, decidió que el Banco de México ejecutara subastas de financiamiento en dólares a través del uso de la línea swap acordada con la Reserva Federal de Estados Unidos. La línea es hasta por 60 mil millones de dólares y se han dispuesto dos series de subastas hasta la fecha, la más reciente por 7 mil y 4 mil millones de dólares. Son decisiones en el mundo de las finanzas que dotan de liquidez a los mercados o que intentan incidir en el mercado cambiario, sin que ello necesariamente implique reducciones importantes en los créditos de nómina, personal, microcrédito, automotriz, hipotecario y de tarjetas de crédito, como se observa por la propia información que difunde el banco central.
Por otro lado, el Ejecutivo federal continúa ejecutando sus programas de asistencia social, incluidos algunos específicamente decididos para enfrentar el paro en las actividades económicas por las medidas de reclusión y sana distancia. Lo común en estos programas es dotar de recursos sectores de la población identificados como vulnerables. Sin duda acciones necesarias que se ubican en el terreno de dotar de recursos financieros a diversos grupos de la población.
El problema es que estas acciones no alcanzan para activar la economía. Mientras no se avance en inversiones por parte del sector público que vayan más allá de sus principales programas de infraestructura y de energía, que estaban decididos antes de la pandemia, no se generarán condiciones para que muchos pequeños empresarios, comerciantes en pequeño, artesanos, dueños de talleres, pequeñas empresas de servicios, incluso sectores de campesinos y trabajadores del campo puedan encontrar mercados y por tanto recuperarse.
Por ello es imprescindible que avance el gasto público con inversiones mucho más allá de los principales programas de infraestructura y de energía, utilizando para ello el sistema de crédito en moneda nacional, principalmente la banca de desarrollo. Es un primer paso necesario, para incentivar la inversión por cuenta de otros actores sociales.
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