Por nuestra experiencia en el siglo pasado, la respuesta puede ser sí. Pero creo que las condiciones de México no son las mismas. En la década de los 70s y 80s del siglo pasado no teníamos una Banco Central independiente, y nuestra entrada de divisas era preponderantemente por el petróleo. Hoy en día tenemos una Banco Central independiente, tratados de libre comercio, y exportaciones de manufacturas que superan el 80% del comercio con el exterior. Por este motivo, valdría la pena analizar bien la nueva realidad.
Primero nos dijeron que la inflación era un tema transitorio, y que no nos preocupáramos. Sin embargo, la realidad nos está demostrando que esto fue sólo un deseo, de los muchos deseos con cara de metas que a diario nos dicen. Ahora están diciendo que la inflación no es de origen mexicano, sino del mundo, y que fue causada por la pandemia, la dislocación de cadenas de valor, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, etc. Pero que no tardará mucho en que se asienten las aguas turbias y la inflación bajará.
En mi artículo del 2 de septiembre pasado, consideré que, si se aplicaba una política restrictiva por parte de los bancos centrales, así como la solución a las congestiones en las cadenas de valor, la inflación se podría controlar en el mediano plazo. Pero por lo visto me equivoqué en cuanto a la esperada reacción de los órganos centrales en EUA y en México, así como de la solución por el lado de la oferta. Cómo ya lo mencioné, el oficio de “pitonisa” es delicado y normalmente te deja mal parado. Pero, aun así, me gustaría dar mi opinión sobre la evolución de la situación y los posibles escenarios.
En septiembre del año pasado, sabíamos que Rusia se estaba impacientando con el conflicto en la región del Dombás, así como con el curso de su economía y el manejo de la crisis por la pandemia, lo cual obligaba a Putin a desvira la atención de los ciudadanos rusos a un enemigo externo. Pero la verdad, no parecía plausible que iniciara una invasión a Ucrania. La realidad nos demostró el grado de desesperación que tenía por estos y otros temas.
Esta acción, detonó una serie de repercusiones que todavía están teniendo efectos a nivel mundial, pero en donde tuvo su impacto inmediato fue en el aumento de los precios de los energéticos. Al momento de escribir estas líneas el barril de petróleo ronda los USD$100, y el gas ha multiplicado su precio por 2 en referencia al precio del 2021.
El Banco Central mexicano, pero más importante, la FED de los Estados Unidos, ya ha reaccionado a esta situación y han aumentado su tasa de referencia en 50 puntos base, y la FED ha comenzado a bajar su “hoja de balance”, lo cual indica su interés en restringir el circulante para contener la inflación.
Sin embargo, creo que la medida es tibia y tarde para lograr el objetivo, pues creo que el diagnóstico de la situación fue y es erróneo. La falta de oferta de bienes no es porque las empresas no quieren producir al nivel de precios previo, sino porque la dislocación de cadenas de valor ha generado una escasez “real” y ha provocado el aumento de precios.
Por otra parte, un exceso de circulante ocasionado por los varios paquetes de incentivos ha exacerbado el efecto de la falta de productos en las cadenas de valor, impulsando los precios al alza.
La esencia de la inflación que vivimos, al menos hasta antes de la invasión a Ucrania, era por la falta de productos y mucho dinero en las manos de la gente que quería gastarlo, ¿simple no? Más dinero menos productos. Pero a esta situación ahora se le añade el tema de los energéticos por el embargo a Rusia.
Y como el precio de los energéticos impacta en todo, literalmente en todo, pues esto ha alimentado más el alza de los precios, generando los niveles tan altos de inflación que vivimos ahora. Y para acabala de amolar, tanto Rusia como Ucrania son grandes productos de granos y otras materias primas como el fertilizante para una gran variedad de cultivos, creando una reacción en cadena enorme.
Y es aquí donde viene lo interesante. Pues la FED, así como Banco de México, se enfrentan a un delicado balance al intentar disminuir el circulante para palear la inflación sin causar una recesión, cosa que es como aterrizar suavemente un avión “jumbo” en medio de una tormenta, de noche, y con instrumentos que no te dan la información en tiempo real; en pocas palabras, ¡una acción muy difícil, y casi imposible! De hecho, las veces que hemos tenido esta situación la FED ha fracasado.
Pero ¿es esto necesario? Digo, qué tal si llegado el momento pudiéramos asumir una recesión que corrija los precios (y el mercado en su conjunto) para luego crecer con mayor brío. ¿Debemos de decidir entre una cosa y la otra? O más bien, ¿pudiéramos? La verdad es una situación difícil y estoy seguro de que a nadie en el gobierno, ni en el Banco Central, quisieran tomar deliberadamente una decisión de esta naturaleza para luego tener que explicarla a la población, ¡Sorry!, pero tuvimos que hacerte sufrir un momento para luego estar mejor todos, ¡mil gracias por tu comprensión!
La reciente “cuarentena” en China viene a agravar la situación de las cadenas de valor, y el futuro se ve aún más negro. ¿Puede un país aislarse de dichos choques globales de oferta y mantener a raya la inflación dentro de su territorio? Pues parece un escenario casi imposible, considerando que, y en el supuesto de que dicho país fuera autosuficiente y no requiriera del resto del mundo, que no hay tal país (Corea del Norte no cuenta, pues ahí todo falta y viven bien por decreto), la transmisión del efecto precio les llegaría tanto por la oferta, como por la demanda.
Supongamos que el precio del trigo se contiene porque se produce trigo en el territorio, entonces los productores estarían mejor si lo exportan, pues se lo pagan mejor, y con esta acción están transmitiendo la inflación global al territorio nacional. Si el gobierno prohíbe su exportación, entonces los productores bajan su oferta para vender al precio controlado y sé crea un mercado negro al interno de la nación (caso de Argentina).
Entonces, los elementos están dados para un período de alta inflación que puede durar de 4 a 6 años, dependiendo de las acciones del gobierno, y las de los actores privados. El gobierno y los entes reguladores tienen muchas probabilidades de fallar, como ya lo han demostrado, y los entes privados buscarán cómo minimizar sus pérdidas. Pero creo que lo importante no es evitar una recesión, sino como impedir una “estanflación”.
Y ¿Cómo se ve el panorama para México? Pues también difícil, ya que los gastos en programas sociales que no solucionan nada, el dispendio en obras públicas sin sentido como el tren Maya, Dos Bocas (dejo aparte el AIFA pues si bien empezó a funcionar, no sé ve su utilidad), y el “hoyo negro” que son las finanzas de PEMEX, la viabilidad económica del gobierno pende de un hilo.
Sin embargo, hay algo que nos puede salvar, y eso son las exportaciones.
Aún en el caso de una recesión en nuestro mercado natural y más grande (EUA), en esta situación las empresas buscarán ser las menos afectadas por la contracción del mercado y buscarán acciones de remediación, o sea ¡que sea haga la voluntad de Dios, pero en los bueyes de mi compadre!
Y buscarán bajar costos para que el golpe recesivo sé de en sus competidores. Y existen varias formas de hacer esto, pero hay una que no falla y es bajar costos; y es aquí donde fabricar en México les viene muy bien ¿Me expliqué? Entonces, La política que México debe seguir (y que no cuesta) es la de facilitar al máximo el establecimiento de nuevas inversiones que busquen fabricar más barato para el mercado norteamericano ¡bendito T-MEC, no!