¡A México se le respeta!, exclamó recientemente la Presidenta. ¿A todos o nomás a los de Morena?. Como en las mañaneras estelares de antaño, de tal palo tal astilla: Donald Trump arrojó el insulto, igualito que hacía el presidente López Obrador con sus adversarios. México es dirigido por cárteles. Y además un chistorete obradorista: Golfo de América. ¿Ya se les olvidó que AMLO le cambiaría el nombre al Mar de Cortés o a la calle de Rubén Darío en Polanco?
Hace cuatro años, al pleno estilo antidemocrático del tabasqueño —como la toma de Paseo de la Reforma en 2006—, su homólogo neoyorkino organizó una turbamulta para asaltar el congreso estadounidense y desobedecer la voz de las urnas. Muchos condenamos el embuste, mientras López Obrador, pasivamente, esperó ¡treinta y ocho días! en reconocer al presidente Biden. No nos queda el saco de “trumpistas”, no somos tampoco aquel tapete bochornoso de Peña Nieto en Los Pinos en 2018, y menos nos representaron las palabras de AMLO cuando en la Casa Blanca, en julio de 2020, afirmó que México recibió “comprensión y respeto” en lugar de “agravios”, cuando ya Trump, nos había dicho violadores y narcos. Opositores a la 4T, sí; agachones con Trump, nunca.
Ojalá no se equivoque la Presidenta, no se trata de un simple estás o no con Trump, un infantil “la juntas o la cortas” entre mexicanos. Estamos contra el imperalismo troglodita de Trump y sentimos injerencia como los panameños con su canal, Dinamarca con Groenlandia o Canadá. Fue insulsa la letanía de que “la mejor política exterior es la interior”, cacahuates tabasqueños mientras “los chapitos” buscan un acuerdo con las autoridades de Estados Unidos, para negociar su culpabilidad. La soberanía también se pierde cuando juzgan a mexicanos en tribunales extranjeros, se llamen Genaro García, Joaquín Guzmán o Naasón Joaquín, el pederasta amigo de varios morenistas.
Llamarnos a cantar el himno nacional es fácil e inútil, y endilgar el mote de “entreguistas” o “vendepatrias” a los que decimos que sí, claro que sí, México está dirigido, en muchas zonas del país, por criminales; simplemente es cerrar los ojos a esa terrible realidad de extorsión, asesinatos, desapariciones, levantones, drogadicción y cobro de piso en México. La definición es otra: el gobierno de México está con o contra los delincuentes, incluidos, claro está, los norteamericanos para los que trabajan los capos mexicanos. ¿Seguimos con los abrazos y no balazos? ¿Apapachamos al gobernador sinaloense? ¿Todo el gabinete puede viajar a Washington? ¿Qué creen que piensa el petulante senador Marco Rubio del cónsul en Miami, exgobernador de Chiapas, cuando el nuevo gobernador encarcela a un alcalde y dice que la impunidad ya se acabó?; de pechito, y con ochenta muertos diarios.
La Presidenta debe bajarle a su presidencialismo, poner a diplomáticos de verdad en USA, Canadá y España, por ejemplo, para buscar aliados fuera; y dentro, convocar a la nación entera en el Congreso de la Unión (nunca mejor dicho) a un acuerdo con todos, para defender no sólo el nombre del Golfo de México, sino su petróleo y riquezas; ¿a Trump sólo le interesa el nombre? ¡por favor!, y ¿cómo llamará a Nuevo México, cuyo escudo también es una águila devorando una serpiente? Recuerdo la defensa que hizo el senador panista José Ángel Conchello de la propiedad mexicana del golfo, del mar llamado el “agujero de la dona”, allá por 1997, en las páginas de EL UNIVERSAL y otros foros.
La candidez de intercambiar armas por dinero, regresar al policía que capturó al Chapo, anunciar una armadora de vehículos mexicanos, cubre la nota del día pero no resuelve el problema bilateral. El tiburón Trump olió sangre, si no nos unimos los mexicanos, se meterá hasta la cocina (y no a la de fentanilo) como ocurrió en 1847, cuando en el día de la independencia, ondeó con humillación la bandera de las barras y estrellas en Palacio Nacional…y cedimos Nuevo México.
Posdata.- La “América Mexicana” que reclama Sheinbaum era Nueva España …¿seguimos exigiendo perdón al Rey de España? Además se ven chuscos los morenistas defendiendo la obra de Carlos Salinas, el TLC.
Diputado federal