Que el voto fantasma de un diputado ausente no fue fraude, ni una manipulación digital, sino “intermitencia técnica”, dijo el oficialismo, que no contento con su mayoría parlamentaria espuria - obtenida con presión a jueces del tribunal electoral y a los consejeros electorales del INE -, se dan el gusto de votar reformas constitucionales aunque no estén presentes. ¡Intermitencia!. O sea se encendió el foquito de un diputado y luego se apagó, ¡que tierna explicación!, como una bella luciérnaga en la nocturnidad de la Cámara de Diputados. Prenda, apaga, prende, apaga. Podría el diputado Monreal verse más tecnocrático y decir que sus diputados tiene “luminiscencia selectiva”, o como cuando estaba en el PRI, confesarlo a las claras, igualito que Manuel Bartlett, se nos cayó el sistema de votación un ratito y luego se levantó.
Cualqueir electricista sabe que los falsos contacto del tablero digital, apagan no prenden foquitos. A menos que sean series de Navidad. ¿Cuántas veces se produce?, ¿con cuántos diputados?, ¿a qué hora?, ¿también en los teléfonos celulares que le dieron a cada uno de quinientos diputados? ¿esa discontinuidad sólo se da en los diputados de Morena? ¿Quién es el proveedor del mantenimiento a ese tablero?
Usar palabras elegantes para no definir lo que es un verdadero, es soberbia pura, desprecio por las formas, rutinas y plazos del parlamento. Arrogancia y altanería, ¿por qué puede votar un diputado de Morena en ausencia? ¡porque le dá la gana y puede! Intermitencia técnica de una lamparita, como el de la “direccional” de un coche, es francamente ridículo. Lo hago ¿y qué?, no pasará nada. Interrupción al votar, porque es continua la impunidad.
El gran José Saramago, en su libro “Las intermitencias de la muerte”, cuenta que la calaca dejo de hacer su trabajo. “Al día siguiente no murió nadie”, así empieza. Todo era felicidad, ardor, entusiasmo, triunfalismo por sus treinta y seis millones de votos. Se creen eternos, como escribió el Nobel portugués, hasta que llega el caos producto de victoria. En Morena se atascaron en su gloria electoral. Se creen inmortales. Pero como en la novela de Saramago, algún día regresa la muerte…