La peor perversión de Morena no es el senador Adán Augusto o el gobernador Rubén Rocha y su presunta connivencia con el crimen organizado, ni López-Gatell y su engañifas zalameras con López Obrador, o el dizque nacionalista Manuel Bartlett que no se acerca ni a la frontera mexico-estadounidense. No. El verdadero y profundo daño de Morena fue disfrazar como verdad única lo que en política sólo podía entenderse como verdad probable.

La herida social que provoca la política entre gobernantes y gobernados, no es sólo por ladronerías de gobernantes, o complicidad de mafiosos con mandatarios. Ni tampoco en los desfiguros de políticos de todos los colores, entre los que sobresale una diputada que humilla a una ciudadana, y un diputado que avergonzaría a Ozzy Osbourne con su esquela. ¿Ya se dolió por los soldados muertos en la captura y liberación de Ovidio Guzmán en Sinaloa?

El problema de la política está en no pasar por el rigor de la ciencia. Aunque en “La estructura de la ciencia” del enorme mexicano Ruy Pérez Tamayo, afirma que no hay un método científico, sino ciertas “reglas de juego” para distinguir a los charlatanes de los creadores de conocimiento, y concluye que dichas reglas son irrelevantes para la política (págs. 56 y 62), creo sinceramente que el deterioro o prostitución política, radican justamente en no seguir las normas científicas que propone el profesor emérito de la UNAM y miembro del Colegio Nacional, a saber:

1.- “No decir mentiras”, que no es lo mismo que errar. Engañar es quizá una de los verbos más activos para desapegar a la sociedad de sus gobiernos.

2.- “No ocultar verdades”, la falta de transparencia facilita el pudridero.

3.- “No apartarse de la realidad”, al expresidente López Obrador le encantaba la fantasía. ¿Qué tal el “detente” milagroso para acabar con el Covid?

4.- “Cambiar la consistencia interna”. Es absolutamente inconsistente el nivel de gasto público con los programas sociales, pero ese es un puntal del proyecto obradorista. Esa contradicción tarde o temprano la pagará el país.

5.- “No rebasar el conocimiento”. Decir que se tienen “otros datos” de los que arroja la evidencia, es una forma de burlar el saber y el conocer público.

6.- “Los ‘hechos’ también se equivocan”. Admitir políticas públicas erradas es muy difícil, pero se equivocaron con el INSABI y elaboraron la contrarreforma en el mismo sexenio. ¿Para cuándo la reversa a la reforma judicial?

“La ciencia aprende de sus errores”, dice Ruy Pérez Tamayo. La política también debería. La violencia que experimenta México tiene una raíz en la deformación del espacio público donde se deben argumentar convicciones o tareas públicas “pro-ba-bles” para edificar una mejor vida entre los mexicanos. Se entronizó una “mañanera” donde sólo hay una voz, y se devaluó el parlamento.

El obradorismo mató “lo científico” de la política y convirtió la voz del Presidente en mito irrefutable, adivinanza, mesianismo combinado de estatismo militarista. Como los tecnócratas de antes, que hicieron de la política un “economicismo” insensible socialmente. Nadie podía subir el salario mínimo, burrada neoliberal, abrazada como ahora, donde se apapachan a los huachicoleros y asesinos.

“Las proposiciones o teorías formuladas -dice Ruy Pérez Tamayo- de manera que sean irrefutables, no son ciencia sino pseudociencia”. Igual en política. Si no podemos criticar lo que hace el obradorismo, es pseudopolítica, y lo que fundaron con su “movimiento”, fue mito, locuacidad, cuento.

Diputado federal

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