Ya no somos una república, ni tampoco una federación. Somos como lo soñó Antonio López de Santa Anna y lo ejerció Porfirio Díaz, un centralismo con algo más que un tufo autoritario.

Fue (sic) voluntad del pueblo constituirse en una república representativa, democrática, laica, federal, como dice (sólo dice) el artículo 40 constitucional.

El carácter “representativo” murió al inventarse con 54% de los votos para la coalición gobernante, una supermayoría artificiosa de 73% de los asientos en diputados, y en el Senado, con colaboración opositora (lo debemos admitir, de personajes del PRI, PAN y MC). El Congreso no representa, no refleja la pluralidad de los sentimientos de la Nación, y su debilidad fortalece al presidencialismo que gobierna azuzando a los suyos contra “los otros”. Morena sigue al pie de la letra al teórico político del nazismo, Carlos Schmitt: los míos son “amigos”, los demás “enemigos”. Por eso el Congreso ni es representativo, ni es de la “Unión”.

México ya no es una “federación”, porque los Estados no son “libres”, ni “soberanos”, en todo lo concerniente a su régimen interior. ¿Es soberano Sinaloa, donde manda el crimen o un interventor en seguridad de la federación? ¿Es libre Baja California, con una gobernadora “señalada” por el gobierno de Estados Unidos, y no la dejan entrar a su territorio? ¿Son libres en su régimen interior las entidades, si les quitaron el sueldo justo a policías y la compra de medicamentos? ¿Son soberanos si dependen de las fuerzas federales para resistir a la delincuencia? ¿Es soberano Michoacán, con dos alcaldes muertos en este mes, en Tepalcatepec y Tacámbaro? ¿Es soberana la CDMX con un mes cerrados sus juzgados?. El pacto federal está roto y subordinado a lo que se ordene desde Palacio Nacional.

Ahora anuncian que se meterán con los restos de la república, concretamente con la cualidad “democrática”, al anunciar una nueva reforma electoral, para tocar al INE. Es caro, dicen; pues barato, lo que se dice barato, y hasta regalado, no tener elecciones. Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, y unas baratitas como Venezuela. Pero el argumento también es barato y chafa, el fin que justificará la reforma, es que cinco consejeros de once, no se doblaron, y buscaron anular la elección judicial. Nada de correr riesgos, aunque tengan vejigas para nadar con un tribunal electoral sometido, que pudo haber “corregido” la anulación del INE.

El tiradero heredado del obradorismo es brutal, el modelo de gobierno de entregar en “pedacitos” la república (“apoyos” le llaman), ya está en las últimas. No alcanza el presupuesto. Los bienes públicos crujen por su deterioro. No vaya a ser que aparezca el descontento y se exprese libremente en las urnas. Mejor un árbitro electoral que levante el brazo cuando le jalen el hilo. Callar y obedecer. ¿Militares organizando elecciones? Ya hicieron un tren, cuidan puertos, reparten medicinas, tienen a la Guardia Nacional, y en la frontera norte y sur siguen puntualmente el mandato presidencial… de Donald Trump.

¿Nuestros soldados levantan encuestas? ¿La información de adicciones que prometieron publicar desde el sexenio pasado, no se escribió con letras y números castrenses, y por eso no la publicaron? Si ya pueden espiar, hasta las encuestas se pueden ahorrar.

La nueva reforma electoral ¿quitará dinero a los partidos? Me acuerdo cuando el PAN sorteaba autos para sostenerse y el PRI robaba dinero público. ¿Morena rifará autos (AMLO “rifó” un avión) o le meterá la mano a la caja pública? ¿Aprobará el Partido Verde y el PT que les mochen los diputados plurinominales? Veremos.

A la República sólo le queda lo “laico”; ojalá el segundo piso de la cuarta simulación no lo quiera modificar; pero hasta eso creo que tambalea, porque en la semana andaba de genuflexo, en el Vaticano, el presidente morenista del Senado. Roma con dinero público, bien vale una misa.

Diputado federal

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