La mafia siciliana asesinó al juez ejemplar Giovanni Falcone, al hacer volar su coche en Italia; también murieron su esposa y sus escoltas. Una mafia mexicana distinta, pero igual de peligrosa, también hizo pedazos a los jueces independientes mexicanos, a sus familias y colaboradores.
Falcone no fue el único juez muerto a manos de los mafiosos; por ejemplo, entre otros, su sucesor Paolo Borsellino. Ambos murieron en un atentado porque acorralaron a los criminales italianos, ordenando la revisión del “maxiproceso”, que sentó en el banquillo de los acusados y metió a la cárcel a cientos de integrantes de la “Cosa Nostra”. Ambos abogados nacieron en Palermo, la capital de Sicilia. Los dos trabajaron a las órdenes de Rocco Chinnici, a quien también mataron con un coche bomba sus paisanos sicilianos. A la fecha todos son símbolos de defensa de la ley y la libertad. Igual en México: los jueces mexicanos descabezados por la 4T que pusieron talento, mérito y capacidad son parte del honor patrio cívico. Darán más batallas, si acaso los apoyó la gente, como a Falcone y Borsellino.
“El Padrino” de Mario Puzo y, por ejemplo, “Una historia sencilla” de Leonardo Sciascia, recrearon en la literatura el espanto de la caterva italiana. Intrigas, delaciones, dinero, placer, complicidad, extorsión, orgullo, ambición de muchos hombres tejieron una historia que desafió a la verdad, la justicia, la ley y el respeto a la vida de los jueces buenos. Quedó el retrato del temor a salir a la calle y de un silencio pesado, angustioso, gris, ensordecedor.
En ese ambiente, parecido al de México, donde ya ha habido coches bomba en Guanajuato, drones voladores por todo el país y asesinato de un agente de Harfuch, Roberto Saviano publicó recientemente “Los valientes están solos”, un testimonio-crónica que recupera la vida y lucha de Giovanni Salvatore Augusto Falcone. El juez que rompió el silencio y recuperó la valentía social que faltan en nuestra tierra para orillar a los delincuentes. Saviano ya estaba amenazado de muerte por su primera novela, “Gomorra”, por denunciar lazos políticos y empresariales de la mafia napolitana.
Falcone se vale del “pentito”, ese colaborador italiano que arrepentido y con valor civil delata a sus otrora compañeros criminales. Tommaso Buscetta es famoso por romper esa ley de silencio, ese código de honor gansteril. ¿Ya comenzó el “omertá” mexicano de disimulo, esa apertura a la verdad con los sinaloenses detenidos en Estados Unidos, cuyos juicios empiezan el mes que entra?
Saviano recuerda en su obra de Falcone “El día de la lechuza”, otro libro de Sciascia, la necesaria denuncia civil de una mujer, pero al mismo tiempo el manto de impunidad que parece invencible. ¿Llegamos en México a eso donde lo denunciado por las juezas no vale? La mafia está ya en las grandes ciudades italianas, dice Saviano en su enorme texto sobre Falcone, donde hace enormes inversiones en construcción, comercios y seguramente industrias. Y describe a Falcone como un Sísifo, que no va a derrotar a la mafia, que no la vencerá, pero la contendrá. Lo acusaron de protagonista, de sentirse “dios”, pero su tarea era ingenua y obstinada. Solo en el juzgado empujando una piedra cuesta arriba. Labor humana, que debemos seguir en México, valientes y solos, como el Falcone de Saviano, pero sin llamar al sacrificio a nadie. Grandes lecturas para un fin de año.
Diputado federal