Sí. El lío con el gobierno Estados Unidos me recordó al gran mexicano Carlos Fuentes y su novela “Gringo Viejo”, aparecida en 1985, año del fatídico temblor en la Ciudad de México; gobernaba Miguel de la Madrid, el PRI parecía imbatible, no había ningún gobernador de la oposición; México terminaba su proceso de negociación para entrar al GATT, es decir, comenzábamos a derribar las barreras arancelarias, las fronteras comerciales. El Muro de Berlín caería cuatro años después. El problema es que nunca derribamos el río Bravo.

Carlos Fuentes decía que la frontera de México y Estados Unidos “puede ser herida abierta o cicatriz dolorosa”, y el vecino era un “país hambriento de nuevas fronteras”. Estados Unidos devora fronteras para sus intereses. Nosotros soñamos fronteras para nuestros prejuicios, pretextos y privilegios.

“Gringo Viejo” es una novela fronteriza. Recrea la vida de un norteamericano, Ambrose Bierce, que en la época de la Revolución mexicana decide cruzar la línea y venir a México, para buscar una muerte digna. “Apenas cruzó el Río Grande, escuchó el estallido y volteó a mirar el puente en llamas”. Nuestro santoral de héroes revolucionarios está lleno de truhanes vuelapuentes.

Bierce fue un periodista y escritor, nacido en Ohio en 1842, la tierra de otro vuelapuentes, el vicepresidente norteamericano J. D. Vance. Bierce acabó unido a las tribus de Pancho Villa; y al cruzar la frontera, un agente aduanal le preguntó por las cosas que llevaba en la maleta. Venía a México a morirse.

- Me propongo ser un cadáver bien parecido.

- ¿Y los libros, señor?

- Son míos.

- Nadie insinuó que se los hubiera robado.

El viejo norteamericano, aguantó las preguntas y el fisgoneo en la garita aduanera mexicana, que hoy nos impone Trump.

- Nunca he podido leer El Quijote en mi vida. Quisiera hacerlo antes de morir. Yo ya dejé de escribir para siempre. Remató, quien fue un destacado y famoso narrador y dejó una obra satírica muy famosa: Diccionario del Diablo.

Al cruzar el río supo de inmediato que entraba en las inquietas tierras de Chihuahua, se topó con las expediciones que nunca regresaron, los frailes perdidos, laguneros sobrevivientes de epidemias, peligros, enfermedad, injusticia, desengaño. “Pero acaso él traía otro temor y lo dijo al cruzar la frontera:

- Temo que la verdadera frontera la trae cada uno adentro”.

Eso le ha pasado a nuestra relación bilateral mexico-estadounidense: tenemos una frontera interior con los gringos, que no ha cicatrizado, que convertimos en pared por miedo, razón, conveniencia o justificar nuestra mediocridad. Nos robaron el territorio, nos roban el talento, nos roban energía, nos roban nuestro dinero, eso lo decimos siempre los mexicanos, el problema es que hoy el mediocre también es el presidente Trump, y llama a los mexicanos ladrones, nos culpa de todas las drogas que se meten sus gobernados y nos culpa de equilibrar en estos 40 años la balanza comercial, con el buen negocio que hicimos al firmar el Tratado de Libre Comercio.

Quizá deberíamos leer a Ambrose Bierce para ver con desparpajo y realismo a qué nos enfrentamos en Estados Unidos; dice, en el citado Diccionario, que alguna vez se llamó “Diccionario del cínico”. “Dinero”: Bien que de nada sirve hasta que nos separamos de él. “Frontera”: En geografía política, línea imaginaria entre dos naciones que separa los derechos imaginarios de una de los de la otra. “Fidelidad”: Virtud propia de quienes van a ser traicionados. “Senado”. Cuerpo de ancianos que cumple altas funciones y fechorías. “Representante”: Miembro de la Cámara Baja en este mundo, sin esperanza visible de ascenso en el que viene. “Presidente”: Cerdo engrasado en los juegos al aire libre de la política norteamericana. “Idiota”: Miebro de una extensa y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos siempre ha sido dominante. “Comercio”: Especie de transacción en la cual A roba a B los bienes de C, y para compensarlo B sustrae del bolsillo de D un dinero que pertenece a E. “Ladrón”: Comerciante ingenuo. “Felicidad”: Sensación agradable derivada de contemplar la miseria ajena. “Wall Street”. Símbolo de pecado expuesto a la maldición de todos los demonios. Que Wall Street sea una cueva de ladrones es una creencia con la cual todo ladrón fracasado sustituye su esperanza de ir al cielo. “Futuro”. Época en la que nuestros asuntos cuajan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está garantizada.

Lo escribió el norteamericano, Ambrose Bierce, que en su última carta escribió: “ser un gringo en México, eso es eutanasia”. Ahora Donald Trump quiere revertir la fórmula: “ser mexicano es una condena”. ¡Al diablo con su populismo!

Diputado federal

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