Mientras en Guadalajara, Jalisco, se premia a Amin Maalouf, por sus libros que convocan a unir y dialogar a las personas diferentes y condena las “identidades asesinas”; en Palenque, Chiapas, el expresidente López Obrador, construye, día a día, paso a paso, mentira tras mentira, una nueva artimaña, una nueva “identidad nacional” que asesine una parte de nuestro pasado.
Habrá que leer su libro, pero por lo pronto, de su presentación digital, entre pavorreales y gallinas, destacar cuatro cosas:
1.- El canibalismo indígena es una campaña de Hernán Cortés (seguro culpa de Felipe Calderón). Negar la antropofagia de nuestros antepasados, equivale a negar la ambición y la encomienda cruel de, también, nuestros antepasados españoles. El canibalismo entre los nahuas del centro de México está ampliamente documentado, en fuentes históricas del siglo XVI, tanto en castellano como en náhuatl. “Quiquaya in tlacanácatl”, afirma el maestro de la Escuela Nacional de Antropología, Stan Declercq, es una expresión que encontramos de Bernardino de Sahagún, directa del Códice Florentino, para afirmar que los indígenas comía carne humana. Declercq se especializó en canibalismo, y demostró en el libro “Comer al otro”, esa antropofagia en la guerra y ritos de nuestros ancestros. (Editorial: ENES, Morelia, UNAM/CEMCA). Negar eso es negar al sol.
El canibalismo político de “el otro” es la propuesta de López Obrador para México, abrirle el pecho al “conservador” y sacarle el corazón en el zócalo es su sueño. Grandeza sanguinaria. Aniquilar al que piensa diferente.
Poco le importa que Hernán Cortés y la Malintzin hayan tenido un hijo. Poco le importa un México mestizo, criollo. No leyó ni a Úrsula Camba Ludlow, menos a José Luis Martínez, ni a Carlos Pereyra, ni a Christian Duverger, y mucho menos a José Vasconcelos. La incongruencia manifiesta es, que la “grandeza” de la cabeza olmeca de la portada, no le alcanzó para escribirlo en la lengua que sí sabía la Malintzin, y se vio obligado a redactar en el idioma que heredamos, el de Miguel de Cervantes.
2.- Anuncia que vendrá otro libro, “Gloria”, que sugiere empezará con la independencia. Con Miguel Hidalgo. Esa ha sido la tragedia. AMLO no reconocerá al México completo, al México cabal, al momento de su gestación, eso que llaman “virreinato” o “colonia”. Ese México que era la mitad de Estados Unidos y llegaba hasta Centroamérica, el México de Sor Juana Inés de la Cruz, el de los pintores Cristóbal de Villalpando, Miguel Cabrera, Juan Correa. Allí se gestó nuestra nación. Somos herederos de la enorme civilización originaria, los purépechas, pero también hundimos raíces en Extremadura, España. Negar una de las dos, es amputarnos, es negar a nuestra historia, nuestra memoria, nuestra verdadera y auténtica identidad. Cabalgar (con caballos traídos de España) en la soledad, diría Octavio Paz. ¿Qué hacemos con el descendiente de Netzahualcóyotl, Fernando de Alba Ixtlilxóchitl? ¿Destruimos la catedral de Morelia, Taxco y Zacatecas? Somos, sin complejos, lo que estaba antes de la llegada de los europeos, y lo que es después. Somo México, ni exclusivamente España, ni únicamente los Mayas.
3.- Pero lo más grave de su presentación digital no es la historia que admite hacer monografías de mil páginas, al recortar y pegar con Resistol, como niño de primaria, lo que se quiera. Lo grave es que ya la democracia no es un voto. Amenazó con volver a la calle si se atenta contra la democracia, “la suya”, la de los programas sociales; también, si hay un golpe de Estado (¿aviso a los que corrieron a Gertz?); y si la presidenta no puede defender la soberanía. Tal cual. Eso dijo. O sea, volverá, cuando quiera. Como un conquistador español por lo que considera su hacienda.
4.- Quizá, como afirma con ligereza AMLO, la corrupción la trajeron los españoles (los socialistas ahorita tienen en la cárcel a un diputado), pero en Morena tienen alumnos aventajados, sobresalientes. ¿Grandeza? La Miss Universo de Teapa, Tabasco, con un apellido, Bosch, no muy autóctono. ¿Esa corona también se la robó España, o Fox? También hay grandísimos marrulleros y socarrones.

