Pedro Caixinha
no hizo más que cometer ignominia tras ignominia, tanto en el campo como en las conferencias de prensa. Es totalmente justificado su cese; es más, hasta parece tardío, porque —desde la noche de diciembre en la que perdió la final contra América— el equipo se le fue de las manos, y también su boca.
Ofendió al país, a los mexicanos, a las mujeres, a jugadores. Un hombre que tiene la gran desventaja de sentirse superior y que por un discurso complejo, pero directo, logró convencer que era el bueno para salir de la crisis que aqueja a Cruz Azul. No fue entendible que —después de la cobardía con la que encaró aquella final— se quedara en el banquillo, menos cuando en el siguiente torneo volvieron a perder contra América en cuartos de final.
Lo peor, y más mediocre, es que Ricardo Peláez mantuvo a Caixinha argumentando, textual: “Somos el equipo que en este año, en los dos torneos, más puntos hizo, pero también conocemos el reglamento y sabemos que no es como en España.
Seríamos campeones, pero no lo somos. Nos hemos quedado en las dos Liguillas muy cerca, principalmente en la primera. Hemos competido con equipos que están en esta Liguilla y no nos ganó ninguno, salvo León. Fuimos la mejor defensa del año, estamos muy cerca de conseguir cosas importantes, porque así lo dicen los números”. Es para irse de espalda.
Por eso, deben profundizar en la directiva de Cruz Azul y evaluar a Peláez también. Sin duda, un personaje distinto en su comportamiento a Caixinha, pero en la parte deportiva el equipo ha dejado mucho que desear y es absoluta responsabilidad de él.
Christian Bragarnik es un promotor muy activo, que esperó calculadoramente la oportunidad de volver a colocar a Antonio Mohamed en un grande de México. Al final, ya fue campeón con América y de alto porcentaje positivo con Rayados de Monterrey. Tal vez es el personaje ideal para Cruz Azul , debe ser, pero lo que no se podría comprender es que llegara a un equipo en el que está Ricardo Peláez como el jefe deportivo.
La historia de estos dos en el América ocasionó fuego constante y, aunque la razón siempre estuvo del lado del directivo, el entrenador se mofó de sus decisiones desde las oficinas.
Mohamed abandonaba entrenamientos, hacía lo que se le pegaba la gana, retaba a sus superiores y, por eso —con toda la razón—, entre Peláez y Yon de Luisa decidieron no renovarle el contrato, pese al campeonato de Liga.
¿Es tal la desesperación de triunfo de Peláez en Cruz Azul que ya perdonó a Mohamed?, ¿quién lo convenció?
Por otro lado, está el consentido del dueño: Francisco Palencia . Son tales los intereses en este equipo que aún por ser apoyado y avalado por la cúpula de la institución, no logra ser el nuevo entrenador del equipo. Algo pasa de fondo.
La familia Álvarez debe también valorar y pensar que su permanencia en el equipo ha hecho daño. Guillermo Álvarez y su hijo Robin no han podido, han hecho de los fracasos la economía del club, como si fuera un buen reto perder y perder para comprar y comprar.