Escribo este artículo el 19 de Febrero, Día del Ejército Mexicano, encargado de defender la integridad, independencia y soberanía de la nación, así como garantizar la seguridad interior y prestar ayuda en caso de desastres naturales; además de coadyuvar por un tiempo limitado en labores de seguridad pública.
En febrero del año 1913, al enterarse del asesinato del Presidente Francisco I. Madero, siendo presidente municipal de Rosales Coahuila, mi bisabuelo Ervey González Díaz desconoció el régimen de Victoriano Huerta y organizó un contingente de cien hombres armados que se incorporó al Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza, con la intención de restablecer el orden constitucional. En 1925 mi bisabuelo recibió el grado de General Brigadier.
Crecí orgulloso escuchando estas historias, con amor a la patria y respeto hacia el orden constitucional y nuestras fuerzas armadas. Es por ello que me resulta incomprensible la incursión de los militares como empresarios, rol que resulta a todas luces incompatible con su trascendente y vital responsabilidad con la nación.
El Presidente de la República ha ordenado la creación de varias empresas “Sociedades Anónimas de Capital Variable” dependientes de la Sedena, que se encargarán de construir y administrar varios aeropuertos, trenes, aerolíneas, desarrollos y hoteles. El argumento es que estas empresas servirán para financiar las pensiones de los militares y que no podrán ser privatizadas en un futuro, al estar en manos del ejército.
Vayamos por partes, los soldados mexicanos realizan una labor trascendente para la patria, por lo que sus pensiones siempre deberán estar garantizadas por el Estado; y el argumento de que al estar en manos del ejército, estas empresas no podrán ser privatizadas en un futuro, es tanto como suponer que las fuerzas armadas desconocerían una instrucción del mando civil, si fuera en ese sentido. Ambos argumentos son absurdos.
Otro argumento de la actual administración es que los militares son eficientes e incorruptibles; y sin duda, muchos lo son. Pero el ejército mexicano tiene una labor titánica enfrente, que es coadyuvar por tiempo limitado con las diferentes corporaciones policiacas para recuperar la seguridad pública y el territorio en manos de la delincuencia organizada, por lo que resulta contraproducente encargarle labores que perfectamente puede realizar la iniciativa privada; a menos que el actual gobierno piense que no hay empresarios capaces.
El talón de Aquiles de la economía mexicana es la poca inversión privada, ocasionada por la falta de: confianza, seguridad física, jurídica y patrimonial. La confianza y certidumbre a la inversión no se recuperará forzando la incorporación del ejército en labores que no le corresponden. Lo que realmente urge es recuperar la seguridad y la paz en todo el territorio nacional.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión y muchas opciones más.
#OpiniónCoparmex
Secretario General de Coparmex.