Todo sigue igual, nada cambia. Corre el tiempo y la Selección Nacional no mejora, a menos de dos años para la Copa del Mundo. Los grandes responsables de lo que sucede en el campo no dan una, son un desastre; cada partido se empeñan en hacerlo peor. Sorprende el bajo nivel que exhiben los futbolistas con el Tricolor, les pesa la playera, no pueden con el compromiso, se ve que la presión los aplasta; mentalmente, son frágiles. Así es imposible encontrar soluciones. Triste panorama, pero es la realidad de nuestro futbol.
No podemos sustraer al Vasco Aguirre del caos, aunque —con lo que tiene— poco se puede hacer. Debe ser desesperante para el entrenador no tener las respuestas que quiere, porque sus dirigidos son bastante limitados. Javier y toda su experiencia en Europa aún no fluyen con esta generación. Su trabajo en la parte de estrategias y formas de juego no es efectivo. Se nota por momentos frustrado, sin dar crédito de lo que ve. Tenso, por todo lo que tiene que hacer y enseñar a sus convocados.
El jugador mexicano se acostumbró a no competir. De ahí, el ridículo cada que salta al campo. Vive sin problemas, sin exigencias, sin pesadas cargas anímicas que le despierten el instinto por sobrevivir en ambientes extremos. El gran lío con estos muchachos es que ya se acomodaron, pues ganan muy bien y se la pasan bomba, porque tienen asegurada su permanencia en Primera División. Ahí está el gran conflicto: Les quitaron el descenso y —con eso— una dura, pero sana forma de competir bajo las presiones que quiere el técnico.
Pasados los juegos contra el Valencia y la selección de Estados Unidos, restan dos encuentros en este 2024.
Serán de corte oficial, por la Nations League. Aguirre requiere urgentemente su equipo base, para darle estructura y calidad. No más pruebas.
@elmagazo