No importan los resultados, ni las formas, porque su chamba está segura —por lo menos— hasta que México sea eliminado en el Mundial de 2026.
Jaime Lozano no tiene nada de qué preocuparse. Desde las oficinas de la Federación Mexicana de Futbol, le quitaron toda la presión, a dos años de la Copa del Mundo.
Quién sabe de qué forma vayan a evaluar al técnico.
Se ha blindado al entrenador, porque así conviene a los intereses de los que hoy gobiernan a la Selección Mexicana, y para evitar ruido, golpes bajos, traiciones de los grupos de poder que quieran tomar el control de un producto tan valioso como es este equipo.
Jaime está firme por mandato divino. Nada ni nadie lo va a derribar, es el elegido para cambiar el rumbo de la historia, el altísimo que llevará a México —mínimo— a las semifinales de su Mundial, el todopoderoso inamovible que disfrutará como nunca antes el mando de la Selección Mexicana.
A Lozano le quitaron la famosa “silla caliente” en la que se sienta el técnico nacional, para colocarle un cómodo sillón reclinable, con masajes incluidos, para que se la pase de maravilla.
Lo que sería una gran prueba para el llamado Jimmy Lozano terminará como un verano sin chiste, porque le han despojado de toda adrenalina.
Uruguay, Brasil y la Copa América, ya no son parámetros de nada.
Si lo hace bien, qué bueno; si le va mal, vendrá el fastidioso argumento de “es parte del proceso”.
Ojalá que Lozano aproveche la protección que le han dado para encontrar una versión seria y competitiva de la Selección Nacional, que no se confíe.
Por cierto, no está de más recordar que no hay mucho tiempo para tener una Selección de alto calibre, ya que faltan sólo 736 días para la próxima justa mundialista.