Cruz Azul es un desastre, la gran decepción del torneo. Es un equipo sin pies, ni cabeza; armado como Dios les dio a entender, con un cuerpo técnico apto para echarle una cubeta de agua al fuego, pero no para apagar el incendio, con una directiva incapaz de tomar una decisión acertada, con jugadores a los que les cuesta un mundo competir y uno que otro doble cara que festeja a lo grande su cumpleaños, con publicaciones en redes sociales, después de sufrir una humillante derrota y declara que “cada uno de nosotros va a tener una noche larga, porque llegas a tu cuarto y empiezas a pensar qué es la que está pasando semana tras semanas. Una vergüenza total. Estamos muy apenados”.
Lo que ocurre en esta institución es un monumento al desprestigio, a la falta de estrategias para encumbrar una empresa.
En Cruz Azul, desde hace años, las prioridades no son deportivas, son netamente monetarias; alimentar la chequera de los que meten mano en la búsqueda y aprobación de refuerzos, por ejemplo.
Esta Máquina celeste ha perdido credibilidad, ya no le aceptas a nadie lo que dice, porque no cumplen las promesas y tropiezan constantemente con la misma piedra.
Por eso, ya no tomas en serio lo que manifestó el Conejo Pérez, director deportivo, acerca de que “estamos apenados por esta situación; sin duda, ha sido un torneo malo. Todos estamos conscientes de ello. Los muchachos están conscientes que estos no son los lugares donde debe estar Cruz Azul... Nunca pensamos que fuera a ser tan difícil”.
Y lo peor es que remata con un “trataremos de trabajar aún mejor para revertir esta situación, y que Cruz Azul esté entre los primeros lugares”.
Otra promesa que quién sabe si la cumplan.
Esto no es de “trataremos”, es de “vamos a hacer”, “lo vamos a conseguir”.
Siempre, esa falta de compromiso.
En fin, mientras no se decidan a cambiar desde las entrañas, todo seguirá igual en Cruz Azul. Así, por los siglos de los siglos... Amén.
