La semana pasada se cumplió un aniversario más de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 con los que prácticamente de manera brutal terminó la movilización estudiantil en México que como en otros países conmovió al mundo.
En aquel año, yo cursaba los últimos cursos de mi licenciatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM, simpatizante de la izquierda y vocacionalmente curioso, puedo afirmar que fui testigo activo desde la tarde del 26 de julio hasta el regreso a clases en diciembre del mismo año.
Resulta interesante ver en perspectiva como la historia se manifiesta. Estoy seguro que cuando menos yo y muchos otros compañeros no teníamos en ese momento la dimensión, el tamaño de las repercusiones de lo que estaba sucediendo en el día a día de aquel entonces.
Si bien es cierto, algunos compañeros a menudo hablaban de que estábamos “Haciendo historia…”, lo que la mayoría considerábamos un exceso retórico, válido, pero en ninguna manera evidente comparado con lo que sucedía en la cotidianidad.
Solo el tiempo: “Ese gran escultor…” parafraseando. a Margarite Yourcenar en los términos en que lo refiere al arte fue delineando y definiendo la trascendencia de lo que estábamos viviendo.
Solo a partir de la toma por el ejercito de las instalaciones de la Ciudad Universitaria y por supuesto de los trágicos sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco supimos que lo ese movimiento había provocado era verdaderamente histórico .
El hecho de que 53 años después se siga recordando y que cada vez aparezcan más personas que dicen haber estado involucrados en las movilizaciones y que muchos otros se confiesen simpatizantes desde entonces del movimiento, no deja de sorprenderme. Si bien es cierto que desde entonces hubo oportunismos inmediatos de quienes pretendían deslindarse de lo sucedido en la Plaza de Tlatelolco y expresaron simpatías por lo que había sucedido los meses anteriores no fueron muchos.
Hoy, sin embargo, lo difícil es encontrar a alguien que se deslinde de ellos por el miedo a no ser políticamente correcto.
En estas conmemoraciones anuales participan de manera congruente y digna de todo respeto y admiración compañeros que sin lugar a dudas tuvieron un papel determinante en brigadas, manifestaciones y asambleas que le dieron vida. A ellos se le suman jóvenes que sin haber estado presentes saben de lo sucedido y sienten la obligación moral y política transmitida por padres y abuelos de cumplir con la consigna: ¡2 OCTUBRE NO SE OLVIDA!
A ellos se suman año con año, personas que quieren protestar y manifestarse por otras causas igualmente justas que aparecen en el transcurso del tiempo. Lamentablemente se suman a esto, grupos vandálicos que demeritan la celebración y centran la atención de los medios olvidando que uno de los mayores legados del 68 ha sido el derecho a la calle que hace 53 años era inconcebible.
También debo decir que la conmemoración parece haberse centrado en los hechos terribles en Tlatelolco y sus victimas, olvidando lo que era esencial en las demandas del movimiento, más allá de los hechos trágicos. Me refiero por supuesto a las de mandas de libertad y democracia.
Por ello, me parece esencial enfatizarlo porque la sociedad mexicana hoy goza de los privilegios de la libertad de expresión en todos los ordenes y de un sistema democrático electoral, que si bien no es perfecto parece avanzar a través de instituciones como el Instituto Nacional Electoral, ambas frutos de entre muchas otras causas, de esas movilizaciones
También cabe recordar que en 68 marca el principio del fin del presidencialismo y por lo tanto del autoritarismo unipersonal como características esenciales del sistema político mexicano.
Esto último tiene particular relevancia el día de hoy también, porque pareciera por algunos signos ominosos que estamos ante la tentación del poder político por volver a ellos a través de la figura del presidente de la República.
Hay nubarrones también en el mundo del respeto a las ideas y a las diferencias. La libertad y la tolerancia hacia la diversidad ideológica constituyeron parte esencial de lo que estuvo implícito en las consignas del 68 mexicano y su conquista, uno de sus más importantes legados.
Resulta inaceptable que quienes hoy parecen combatir, negar estos valores y logros pretendan ser los herederos legítimos del espíritu de aquellas movilizaciones. Ulo que es lo- más contrario al espíritu del 68.
Coyoacán 4 de octubre.