Nada divierte más a la vida que nuestros planes a futuro. Si bien, varias veces a lo largo de los años lo hemos podido comprobar, en este 2020 durante la pandemia sus carcajadas han sido sonoras. ¿Tenías algún plan, proyecto, viaje o sueño? Pues también se quedó en la puerta con ganas de salir. Mientras, los cuestionamientos sin respuesta se apilan uno sobre otro.
La presencia del cambio y la incertidumbre, su fiel compañera, es de lo único que podemos estar seguros. No obstante, podemos optar entre imbuirnos en la situación u observarla desde el balcón. Bien vistos, los datos y las noticias en sí no tienen significado, lo importante es lo que cada quién hace ante esa información y esto que vivimos. ¿Qué emociones elegimos albergar frente a la realidad? ¿Qué actitud asumimos? Y de ello dependerá por completo nuestra experiencia.
“Las verdades aplastantes desaparecen cuando las reconoces”, escribió Albert Camus. Es una frase que podríamos aplicar ante la situación sin precedentes que atravesamos. Sí, el escenario se muestra difícil desde muchos ángulos, eso es algo que no podemos soslayar. Sin embargo, hay una gran aliada que nos ofrece la mano: la esperanza. La esperanza como cimiento para una actitud optimista.
Muchas personas piensan que ser optimista es ingenuo por ser una actitud basada en sueños e ideales y no en la realidad. Los pesimistas se ufanan de ser más realistas. Su visión de la vida se sostiene en la creencia de que el mundo es malo, no tiene remedio y tiende a empeorar. Quizá creen que esa estrategia les protege de una decepción mayor.
Eso por eso que los pesimistas adoptan una mentalidad negativa. Tienen la creencia en que las cosas no mejorarán; y en que estamos impotentes ante el desenlace de nuestra vida. Su frase favorita suele ser: “Te lo dije”. Sin embargo, dicha manera de pensar tiene serios efectos secundarios: la desesperanza, que impide sacar todo el potencial de las personas, además de llevarnos a la infelicidad y al fracaso. ¿Qué ganamos con esto? Nada. Que la gente se aleje, que la fuerza de la vida se disipe y que las oportunidades brillen por su ausencia.
Optar por la esperanza
La esperanza es fe en el futuro. Es convencernos de que “todo va a estar bien” a pesar del contexto. Es una fuente de fortaleza. Es saber que el bien es más fuerte que el mal. Es aquello que sientes y te motiva a seguir adelante. En fin, aquello que puede transformar un desierto en tierra fértil. Por todo esto es importante.
Tener una actitud positiva no es inútil, pues ésta se basa en la creencia de que la vida es buena y la gente es capaz de ser bondadosa. Claro, cualquiera puede ser optimista cuando todo marcha convenientemente, pero cuando la vida se ríe de nosotros necesitamos una creencia sólida en que “todo va a salir bien”.
El optimismo requiere abrirse a la posibilidad de que nuestros pensamientos, nuestras creencias y nuestras conclusiones de pensamientos moldean lo que finalmente se manifiesta en la experiencia.
Entonces, optar por la esperanza es algo esencial para la vida, es una decisión que nos puede llevar a atravesar los túneles más oscuros de la vida. Crea posibilidades, nos sostiene, nos mantiene fuertes mientras la tormenta pasa. La esperanza es asirnos de una cuerda y saber que sin importar lo mal que se vean las cosas, todo saldrá bien.
Ahora que la vida se ríe de nosotros, optemos por la esperanza, elijamos vivir en el presente y creer en la bondad, en la renovación y en el futuro. Claro, sin dejar de trabajar por ello.