Las fronteras nacionales están desbordadas. No es un fenómeno exclusivo de la frontera de México y Estados Unidos sino una realidad mundial. La migración desde los países pobres hacia los ricos es cada día más intensa, y la reacción contra ella arrecia en proporciones exponenciales. Las reacciones de los gobiernos van desde las más fraternales, como en algún momento lo fue la política de Alemania hasta las más miserables, como la que Trump alardea con imponer en nuestra frontera común. Sin embargo, las migraciones no terminarán por la fuerza. Los problemas globales requieren soluciones globales y estas solamente pueden surgir de esfuerzos postnacionales de las sociedades y los estados, así como de las comunidades globalizadas.
La gran paradoja es que a medida que arrecian los motores de la globalización experimentamos el regreso de los nacionalismos y el llamado a refugiarnos en las tradiciones y creencias del pasado como la religión, la lengua, la tradición moral. La regresión es el rechazo a la otredad: migrantes, ideas “extrañas” o valores que reclaman presencia en la esfera pública, como la tolerancia y el diálogo por sobre el odio y la cancelación de los indeseables. Un par de datos ilustrativos. 1) En el presente las remesas enviadas por los trabajadores migrantes representan cuatro veces más que la ayuda que los países ricos destinan a los países pobres (781 vs: 202 mil millones de dólares). En México las remesas aportan 4.5 y en Honduras el 27 por ciento del PIB (https://bit.ly/40FY9Gd). 2) Más de 5 mil millones de personas usan internet y tienen alcance a la información y a las posibilidades de comunicación con los demás como nunca había sido posible en la historia. El trabajo y la digitalización comunicativa son vasos comunicantes globales para los cuales el Estado nacional no tiene respuesta que ofrecer. Algunos gobiernos autoritarios optan por el aislamiento, creando escudos burocrático-militares o digitales que impiden el paso o la comunicación más allá de las fronteras nacionales. La globalidad de las finanzas, el crimen organizado, el progreso científico o las transformaciones en la moral social avanzan sin miramientos. Ninguno de estos procesos respeta las cada vez más débiles y porosas fronteras nacionales, ni será impedido por las reacciones en contra; acaso solo será retardado.
Las reacciones virulentas en contra de la influencia externa como la de Trump y otros gobiernos de extrema derecha son respuestas a situaciones postnacionales y equivalen a tratar de meter en jarritos al océano. O sea, imposible. México es parte de esa danza interminable de problemas acumulados y soluciones fallidas.
El país se ha pasado un sexenio completo sin política exterior, con la vana pretensión de aislarnos de lo incomprensible (para AMLO y Morena). El gobierno actual tampoco encuentra la brújula para orientarse en las agitadas aguas internacionales. Lejos quedaron los tiempos del activismo mexicano en materias como la desnuclearización, los derechos humanos, la mediación para la paz o la integración latinoamericana.
No tener una política internacional que asuma la dualidad de un mundo postnacional equivale a no tener visión ni voluntad para navegar en la compleja situación global. Con la CELAC, por ejemplo, América Latina ofrece un aspecto patético, y México se deja llevar de la mano del ridículo. Baste recordar la babélica Cumbre de 2021 en Chapultepec y, en ella, el mutismo embobado del anfitrión presidente de México. La intención de crear un “espacio regional propio que una a todos los Estados” es un chiste que se cuenta solo. Los faccionalismos de partido se han tragado a los estados, ahogando los intentos de unidad más allá de las miserias intelectuales, morales y políticas de jefes de Estado de la derecha y la izquierda. En ese contexto la no-política internacional de México es palmaria y contrasta como una mancha frente a momentos pasados en que llegó a tener relevancia.
El mundo postnacional no es una simple extensión de lo nacional. Es otra plataforma y requiere de otro chip y diferente software. México no los tiene.
Investigador del IIS-UNAM.
@pacovaldesu