No es una exclusiva de la 4T propugnar por el Estado de bienestar. El asunto es tan viejo que se remonta a la antigüedad precristiana, aunque su versión moderna proviene del gobierno de Otto von Bismarck, cuando hacia 1880 implementó sus políticas de bienestar social con la finalidad de fortalecer el Estado con la lealtad de las clases trabajadoras. En el siglo XX fueron la socialdemocracia europea y el gobierno de Roosevelt en Estados Unidos los que construyeron el Estado de bienestar invirtiendo abundantes recursos en los servicios públicos esenciales como infraestructura, innovación técnica, educación, salud, seguro de desempleo, pensiones de retiro o incapacidad, etc. A esta forma de solidaridad social correspondió una forma de potenciar la economía elevando la productividad rebasando en gran medida el conflicto distributivo natural en todo grupo humano con formas de colaboración y negociación que transformaron las sociedades en las que se produjo.
Uno de los resultados de las políticas de bienestar como políticas de Estado (no como formas clientelares sin anclaje estructural), fue la reducción de la desigualdad. A pesar de las políticas de desmantelamiento del Estado de bienestar que se iniciaron hacia 1980 (que pusieron reversa a lo iniciado por Bismarck cien años antes), en varios de los Estados en los que esta forma de “socialismo” se hizo parte integral de la razón pública se ha mantenido esa reducción de modo muy significativo. La desigualdad del ingreso medida antes y después de la derrama fiscal del Estado es un indicador de la presencia mayor o menor del Estado de bienestar. Por ejemplo, Alemania reduce la desigualdad antes de impuestos en 26 por ciento una vez aplicado el gasto fiscal, mientras que México la reduce solamente 2.5 por ciento. Chile la reduce en 6 por ciento y Brasil en 13.4. Algunos casos son verdaderos ejemplos civilizatorios. Irlanda reduce la desigualdad mediante la intervención del Estado en 35.7 por ciento, de manera muy similar a como lo hacen Suecia (24 por ciento) y Noruega (30 por ciento). Vale agregar que el año en que se redujo la desigualdad en México en mayor porcentaje no fue durante el gobierno de AMLO, sino el 2014, cuando se le disminuyó en 2.9 por ciento. Sin embargo, el bajo porcentaje de la distribución por vía estatal habla por sí sola. En este país el Estado juega un papel casi insignificante en la reducción de la desigualdad de mercado. Para adelantarnos a una objeción recurrente, la evidencia enseña que la intervención estatal a favor del bienestar no contrarresta la productividad del trabajo. Por ejemplo, Irlanda tiene una productividad de 125 dólares por hora trabajada, mientras que en México es de 20 dólares.
Desde luego que la sola presencia de un Estado que reduce la desigualdad no es garantía de éxito económico. Hasta qué punto el Estado tiene capacidad de ofrecer bienestar depende de un andamiaje que comprende una buena organización institucional del Estado (la democracia constitucional), capacidades para la eficiencia, disponibilidad de los recursos fiscales suficientes; una economía que crece e innova y, además, desarrolla incluyendo a mayorías, castigando el rentismo y el compadrazgo, premiando la productividad y la creatividad. Y ese conjunto es difícil de concertar. Los avances logrados en las últimas décadas fueron despreciados y en gran medida destruidos por el obradorismo, campeón del término “bienestar”. Los progresos en educación (reforma educativa), salud (seguro popular) y desarrollo económico (alianzas público-privadas), así como la modernización de la administración pública fueron embrionarios, pero no por ello despreciables. Sin embargo, fueron etiquetados de “neoliberales” y corruptos, y destruidos porque molestaban a las clientelas morenistas.
La distribución de dádivas no es señal de interés genuino en el bienestar del país. Casi nada de lo que se requiere para un Estado de bienestar está en la agenda de la 4T. Su prioridad es concentrar el poder, y el bienestar no llegará por llamarle a todo “bienestar” mientras se destruye a las instituciones.
Investigador del IIS-UNAM @pacovaldesu