El pasado 9 de octubre se presentó la nueva estrategia de seguridad del gobierno federal, una propuesta que confirma que no hay novedad alguna en torno a las prioridades que se propusieron el sexenio pasado para reducir delitos y violencia.
La presidenta Sheinbaum y el secretario de seguridad García, explicaron en qué consisten los cuatro ejes del proyecto de seguridad del gobierno federal: la atención a las causas; el fortalecimiento de la Guardia Nacional, el uso de inteligencia y la coordinación con los otros niveles de gobierno.
Lamentablemente dicho conjunto de buenas intenciones se sustenta -aparentemente- en un diagnóstico equivocado y se signe a una narrativa difícil de sostener.
Empecemos por explicar por qué está mal el diagnóstico.
Para Sheinbaum atender las causas de la violencia se limita a mantener vigentes las transferencias económicas a la población -mal etiquetadas como programas sociales de prevención- con el argumento que su implementación ha sido fructífera.
En el Observatorio Nacional Ciudadano identificamos que los 3 factores principales que facilitan la participación de las comunidades en los delitos son (1) la cercanía con actos delictivos; (2) el que las personas tengan alguna dependencia a alcohol o drogas y (3) que no estudien o trabajen dentro de la formalidad.
Como el sexenio pasado creció la violencia e impunidad; aumentó el consumo de sustancias; creció el número de jóvenes que abandonaron los estudios y de personas que se mantienen en la informalidad, las transferencias económicas a la población, no tuvieran algún efecto para reducir delitos y violencia.
Un aspecto preocupante es precisamente que para Sheinbaum el sexenio pasado terminó muy bien, con descenso en los delitos y la violencia.
La presidente se ciega frente al hecho que, con base en la información pública oficial, el sexenio de López concluyó como el de mayor tasa de homicidios dolosos, personas desaparecidas, feminicidios, delitos que atentan contra la vida, extorsiones, delitos que atentan contra la libertad, trata de personas, delitos que atentan contra la sociedad, narcomenudeo, robo a transporte de carga, robo a negocio, robo de hidrocarburo, fraudes, violaciones, violencia familiar, violaciones a los derechos humanos.
También omite reconocer que la impunidad, la corrupción y el control de la delincuencia organizada sobre el territorio nacional crecieron, que la Guardia Nacional es una institución ineficiente e ineficaz y que los recortes presupuestales que el gobierno anterior y la mayoría del Congreso aprobaron, redujeron drásticamente la capacidad para enfrentar los delitos por parte de las ya vapuleadas policías y fiscalías de todo el país.
Aún más, para sostener su narrativa, la presidenta manipuló información para mostrar de manera engañosa que Guanajuato era el estado más violento del país y el documento que se entregó incluye una gráfica con datos falsos sobre homicidio doloso.
¿Cómo puede funcionar una estrategia que se sustenta sobre un diagnóstico equivocado? Simplemente no puede.
Por lo que a la Guardia Nacional y el uso de la inteligencia se refiere, Sheinbaum soslaya que la actual arquitectura institucional, la que resultó de la reforma constitucional que transfirió definitivamente la Guardia Nacional a la SEDENA, funciona muy mal.
La formación militar tiene muchas bondades, como la disciplina y el orden. No obstante, una de sus principales debilidades es que no cuenta con las competencias para formar policías.
Si la Guardia Nacional es la policía militarizada con la que el gobierno federal intenta atender la crisis de violencia que existe en el país, dejar su fortalecimiento en manos de los militares, es seguir haciendo las cosas igual de mal que en el último sexenio.
Por último, la cooperación ¿a qué cooperación se refiere Sheinbaum si el Sistema Nacional de Seguridad Pública se encuentra desarticulado, las instituciones locales empobrecidas, la narrativa y cooperación totalmente politizadas y la articulación internacional inexistente?
La presidenta nunca explicó cómo van a reconstruir todo aquello que se destruyó en el sexenio pasado. Nunca dijo si aumentarán impuestos para poder recuperar los recursos que perdieron las policías y fiscalías locales -una pérdida general de aproximadamente el 50%- o si reducirán los ingresos de la SEDENA -que el sexenio pasado crecieron de manera exponencial-.
Tampoco expresó cómo romperán con la inercia de politizar la narrativa y acciones en materia de seguridad o cómo será la cooperación internacional para el combate a la delincuencia organizada -si por ejemplo la presidenta mantiene el discurso que son los Estados Unidos los responsables de la más reciente crisis de violencia en Sinaloa-.
Dicho de otra manera, la presentación de la política de seguridad de Sheinbaum, no representa novedad o esperanza alguna en que lograremos reducir delitos y violencia a lo largo de este sexenio.
Es una propuesta general que nos recuerda que por meses Sheinbaum repitió que su estrategia sería la continuidad de la del gobierno de López: militarización, abrazos, relativización de los problemas y francas mentiras.
¡Otra oportunidad perdida! Recordemos que la presidenta cuenta con todos los elementos necesarios para que su gobierno sea exitoso en materia de seguridad: tiene a un secretario de seguridad capaz y bien preparado, un Congreso totalmente alineado, un poder judicial en proceso de ser sometido, 26 entidades gobernadas por morena, 28 congresos estatales con mayoría morenista, 50% de los municipios del país gobernados por sus aliados. Algo que debería garantizar un éxito y que lamentablemente avisora que será un nuevo fracaso.
Director del Observatorio Nacional Ciudadano
@frarivasCoL