En los últimos 20 años el país ha visto crecer y normalizarse la violencia. Aparentemente, ningún enfoque de política pública -“la guerra contra el narco” o la de “abrazos, no balazos”- ha logrado generar la paz que nuestro país merece.
Ante ello, es necesario identificar por qué los modelos “reactivo” o “preventivo” no han funcionado.
¿Qué pretendía el modelo reactivo propuesto por Calderón entre 2006 y 2012? Que ante todo delito, ante todo hecho violento, el Estado usaría su fuerza para perseguir y sancionar a los delincuentes.
Esta política se asocia al principio de “tolerancia 0”, que Nueva York implementó con mucho éxito hacia finales del siglo pasado.
¿Por qué fue tan exitoso dicho programa en la “Gran Manzana” y en otras ciudades? Primero, porque el modelo atendía problemáticas similares en contextos similares -no es lo mismo atender la delincuencia y violencia en una metrópoli o incluso una región, respecto a todo un país-; segundo, donde logró resultados había capacidades institucionalizadas para prevenir, reaccionar y sancionar con rapidez y efectividad los delitos; tercero, para su implementación se destinaron los recursos económicos, tecnológicos, humanos y el capital político necesario; cuarto, se le dio la oportunidad a la política de madurar y generar resultados.
Si bien es cierto que dicho enfoque conlleva un grave riesgo de violaciones a derechos humanos, la independencia de autoridades, los contrapesos y la efectividad de un sistema judicial mitigó algunos de los efectos negativos.
En México ¿la política confrontativa de Calderón fue exitosa? No precisamente, el Estado inició su respuesta de “tolerancia 0” sin elementos suficientes, sin estar bien capacitados, con recursos acotados, sin apoyo social y con un grave problema de corrupción institucionalizada.
No sorprende que la tasa de homicidio doloso creció rápidamente y pasó de 10.89 en 2006 a 18.33 en 2012, con un sin fin de casos de violaciones a derechos humanos y aplicación parcial y sesgada de la ley.
Sin embargo, una evaluación justa debe reconocer que no todo fue negativo, la política de seguridad de Calderón sí tuvo algunos resultados importantes como son:
⁃ Al final de su gestión entregó todos los delitos a la baja desde los homicidios -en 2011 la tasa de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes alcanzó los 19.37-, hasta las desapariciones de personas, las extorsiones, los secuestros, los robos y otros delitos.
⁃ Logró una clara desarticulación de los grandes grupos delictivos.
⁃ Construyó una sólida Policía Federal.
Si analizamos el otro espectro, el de una estrategia “preventiva”, centrada en las causas que generan violencia, debemos entender que ésta incluye reconstrucción del tejido social, diagnósticos y propuestas diferenciadas para inhibir delitos y violencia, como también una pronta aplicación de la ley.
Un ejemplo clave es el de Palermo que logró reducir la violencia con un estratégico uso de la fuerza, aplicación de la ley y construcción de una Cultura de la Legalidad.
Dicho ejercicio no evitó un periodo de grave violencia, violaciones a derechos humanos, errores y abuso de autoridad, aunque, dado su enfoque preventivo, buscó por todos los medios paliar los efectos negativos.
A 4 años de una supuesta política preventiva del gobierno de López ¿podemos considerar que su implementación está siendo exitosa? ¡Absolutamente no!
Si bien es cierto que el indicador clave para medir la violencia, el homicidio doloso, presenta un comportamiento a la baja -López recibió el país en 2018 con 24.04 homicidios por cada 100 mil habitantes, en 2021 la tasa llegó a 22.81 y se prevé que este año termine cerca de los 22-, también es cierto que las desapariciones, las extorsiones, la violencia de género, las lesiones dolosas, la trata de personas, los ciberdelitos, el narcomenudeo y muchos otros delitos se encuentran en máximos históricos con una muy marcada tendencia a la alza.
También debemos decir que de la propagación y empoderamiento de los grupos delictivos, su injerencia en actividades lícitas e ilícitas, su participación en los procesos electorales, exhibe una pérdida de control del territorio por parte del Estado.
Todo ello sin contar que esta administración morenista concentra más violaciones a los derechos humanos que las últimas dos administraciones juntas.
¿Por qué el fracaso de la política de “abrazos, no balazos”? Porque la impunidad se encuentra en máximos históricos, porque en 4 años las instituciones de seguridad y justicia han empeorado su desempeño, porque la corrupción ha aumentado, porque los recursos que se deberían destinar al tema han caído y porque no ha habido un sólo ejercicio por debilitar la estructura económica y la capacidad de fuego de la delincuencia organizada.
En resumen, la falta de institucionalidad, visión de Estado, compromiso y autocrítica para mejorar lo mejorable, ha impedido que cualquier política de seguridad tenga resultados positivos, al contrario, sus resultados son insuficientes o abiertos fracasos.
¿Es hora de resignarnos a que México sea un Estado que falla? ¡No! Debemos retomar lo mejor de ambos enfoques, adaptarlos a las diversas realidades nacionales, entender el rol que juega la marginación social, desarticular las redes de corrupción, impedir que los delincuentes mantengan un gran poder económico y de fuego, colaborar con otros países y destinar todos los recursos necesarios para garantizar un país donde podamos vivir seguros.
Dudo que a nuestra generación le toque ver tal ejercicio de buen gobierno, tal vez la creciente ingobernabilidad genere las condiciones para que el próximo presidente se vea obligado a ser serio y efectivo, y por ende, logre recuperar un país que hoy, parece estar en manos de la delincuencia.
@frarivasCoL