En marzo 2020 dio inicio el confinamiento social con el fin de reducir los contagios por COVID 19. De un día para otro cerraron negocios, restaurantes, antros, escuelas y en la medida de las posibilidades, los trabajos migraron al ciber espacio.

Para muchos fue una novedad comprar en línea, ejecutar todos los trámites por internet, llevar a cabo las juntas de trabajo e incluso las reuniones sociales a través de plataformas digitales. Éstas se volvieron el principal sistema de comunicación personal.

Ante la ausencia de personas en las calles, los delitos comunes cayeron. En 2020 el robo a transeúnte, el robo en transporte público, el robo a casa habitación y los secuestros tuvieron una disminución de entre el 15 y el 60% comparado con 2019.

En contraste, desde el inicio de la actual pandemia, los delitos a través de los sistemas virtuales de comunicación han crecido exponencialmente.

Ante la dificultad de robarle a alguien que se encuentra resguardado en su casa, los delincuentes encontraron otras vías para seguir delinquiendo: robos, fraudes y extorsiones donde la víctima era enganchada a través de plataformas de ligue, redes sociales, páginas web.

Si bien no existe una estadística oficial que permita conocer a detalle el número de denuncias y carpetas de investigación por este delito, sobra evidencia de cómo aumentan día a día estos ilícitos.

Desde el inicio del confinamiento el área de atención a víctimas del Observatorio Nacional Ciudadano (ONC) recibió a diario llamadas de personas solicitado apoyo por haber sido víctimas -mediante redes sociales- de robo, violación, lesión dolosa o privación ilegal de la libertad.

Otras víctimas fueron enganchadas por medio de la pseudo venta de productos y servicios; ante un bien de consumo o una prestación de servicio vendido muy por debajo del valor de mercado, los delincuentes obtenían información clave para robar la identidad de sus víctimas, con el consecuente daño para su historial en el Buró de Crédito.

Las redes sociales no están exentas de ser utilizadas para robar información con mensajes como “¿eres tú en este video?” o "¡mira este video!”, muchas víctimas proporcionan información personal clave, misma que es utilizada por los delincuentes para suplantar identidades, solicitar dinero a contactos o ejecutar secuestros virtuales.

El modo más reciente de extorsionar dinero es mediante el robo de las cuentas de WhatsApp: con el uso de la ingeniería social y una solicitud al área de soporte de la aplicación, los criminales pueden dar una vuelta a los sistemas de verificación de la plataforma de comunicación. Una vez tomado el control de la cuenta, el delincuente se comunica con todos los contactos de la víctima, alegando la necesidad de dinero por algún tipo de accidente.

Las empresas también han sufrido el embate de los ciberdelitos, particularmente a través del secuestro de sus bases de contactos e información privada.

¿Qué debemos aprender de la ejecución de todos estos delitos?

1. La aparente disminución de delitos comunes que las autoridades presumen no es tal, ni efecto de alguna política exitosa en el combate a estos. Los delitos en nuestro país siguen creciendo y los delincuentes simplemente encontraron nuevas formas de ejecutar el crimen.

2. Las personas usamos las redes y sistemas virtuales pero no somos cuidadosos al hacerlo. Los usuarios compartimos con facilidad datos, desconocemos de protocolos para resguardar nuestra información y omitimos verificar el origen de links, mensajes o invitaciones que recibimos.

3. Las empresas deben mejorar la protección de sus propios datos sensibles, de sus usuarios y proveedores.

4. Urge una política de prevención, combate y sanción a los ciberdelitos. La impunidad es el mayor incentivo para que los criminales delincan. Una parte esencial de la política en contra del ciberdelito es un mayor control de las operaciones financieras a través de bancos, pagos en línea o transferencias electrónicas.

5. De manera similar, es imperativo un sistema de atención, orientación y reparación del daño para las víctimas del delito.

Para nosotros los usuarios de las redes sociales y el comercio electrónico es importante establecer entre familiares y amigos palabras clave y reglas que permitan distinguir entre una solicitud falsa de apoyo y una real.

Siempre debemos verificar por una plataforma los vínculos que un conocido nos manda a través de otra -por ejemplo, contactar por WhatsApp a alguien para saber si lo que nos mandó por Facebook es real-.

Debemos ser cuidadoso con la información personal que compartimos en redes sociales, a qué personas aceptamos en ellas, con quién conversamos y contar con todos los candados que previenen que cualquier persona pueda suplantar nuestra identidad.

Tenemos que verificar que las páginas que ofrecen productos o servicios sean oficiales y que no cuenten con reportes de fraudes.

En la medida de lo posible, debemos contar con sistemas de alerta de nuestras cuentas bancarias y del Buró de Crédito para saber quién solicita nuestra información personal o si se otorga un crédito que no solicitamos.

Por último, es vital supervisar el uso de los sistemas de comunicación electrónica de niños y adolescentes ya que estos suelen ser fácilmente captados por los delincuentes y ser víctimas de delitos que pueden marcar para siempre sus vidas.

En el ONC contamos con videos que ayudan a prevenir este delito y un área de atención a víctimas completamente gratuita en el lamentable caso de haber vivido en carne propia alguno de estos ilícitos.

Director general del Observatorio Nacional Ciudadano
@frarivasCoL

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