Fue en los albores del siglo XXI cuando la Organización Mundial del Turismo (entonces OMT y ahora ONU Turismo) propuso conceptos para caracterizar la actividad en el mundo. Se hablaba de la enorme dimensión del fenómeno, así como de un notable crecimiento, y se identificó un comportamiento de globalización de los flujos turísticos. No parece haber duda de la validez y vigencia de esos preceptos, aunque, tal vez, aquellos que suponen una mayor actualidad son otros dos que acuñó la OMT: la vulnerabilidad del sector y su resiliencia.

Es bastante claro que acontecimientos de diversa índole, sea esta natural (terremotos o huracanes), crisis económica, amenazas terroristas, coyunturas políticas o, como se experimentó con la pandemia de Covid-19, con el potencial de afectar la salud humana, tienen el potencial suficiente para contener o desviar los flujos turísticos. Esto por el lado de la vulnerabilidad.

Con relación a la resiliencia, una vez superadas esas situaciones, la fortaleza estructural del turismo permite regularmente una rápida recuperación en las corrientes de visitantes.

Así, muy probablemente será en 2025 cuando, finalmente, se superen los volúmenes registrados en 2019 de llegadas de turistas internacionales en el mundo.

La dinámica social observada en años recientes sugiere que las contingencias son parte de una regularidad y, en consecuencia, los hacedores de la política turística y las empresas deben estar preparados para afrontarlas.

Así, el escenario para el sector turístico es retador.

En el caso mexicano, una muestra de estos retos se observa en tres frentes: muy probablemente el que más incertidumbre presenta es la llegada de Donald Trump a un segundo mandato al frente de la Casa Blanca.

La renovación del gobierno estadounidense tiene muchas aristas y, si bien durante el primer periodo de Trump no ocurrió una desbandada de turistas estadounidenses a destinos mexicanos, tanto lo predecible, como lo que no lo es tanto, son motivo de preocupación.

Un segundo factor son los efectos que tendrán en la demanda los terribles incendios que han azotado a California en las últimas semanas: hay que recordar que California es la segunda entidad de Estados Unidos en generar turistas aéreos para México, pues en 2023 los flujos de ese mercado fueron 8.7% del total y 10.9% de los turistas estadounidenses.

No sobra mencionar que ese año se observó un importante decremento de 23% en los turistas aéreos californianos hacia México.

El tercer punto es la situación de la industria aérea mundial, en la que hemos visto continuos llamados a revisión de aviones, dejando una parte importante de asientos en tierra, como ha sucedido con Volaris. Sin dejar de reconocer que lo que sucede en la aviación está fuera del alcance de la capacidad de actuación del sector turístico mexicano, no se debe olvidar que al inicio de 2025 se observa una menor disponibilidad de asientos entre las ciudades de Estados Unidos y destinos de playa en México.

Las bondades y capacidades del turismo para impulsar el desarrollo del país son incuestionables, generando cerca de 9% de la actividad económica y empleando a cerca de 5 millones de personas.

Los retos son un llamado para redoblar las actuaciones públicas en favor del turismo, a fin de apoyar y complementar los esfuerzos del sector privado.

De ninguna manera se puede soslayar que el producto turístico supone una conjunción de bienes y servicios públicos y privados, y que su comercialización se encuentra inmersa en un escenario de alta rivalidad y competencia global.

Director del Sustainable Tourism Advanced Research Center (STARC) Anáhuac Cancún X: @fcomadrid

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