Sin duda, el arribo del final del año encuentra al turismo mexicano en una insólita situación, dado el complejo entorno por el que sigue atravesando la industria, derivado de la prolongación de la pandemia, de la mano del surgimiento y expansión de la variable ómicron.
Así, en tanto una vez más aumentan las medidas de protección y las restricciones a la movilidad en diversos territorios europeos –en Países Bajos, por ejemplo se ha decretado un severo confinamiento hasta el 14 de enero y en Reino Unido se registran nuevos récords diarios de contagios, con España yendo en la misma ruta, tan solo por mencionar algunos ejemplos–, en contraparte, Estados Unidos –principal mercado emisor de turistas para México– vive un repunte en el que reportan ya cerca de 120 mil nuevos casos nuevos en un día, que anticipan lo que se ha denominado no como una ola más de la pandemia, sino como un tsunami para las personas no vacunadas.
Todo ello sin dejar de recordar que, de acuerdo con el Barómetro del Turismo Mundial de la Organización Mundial del Turismo(OMT), se estima que la contracción en el volumen de llegadas de turistas internacionales se situará, para el total anual, en una cifra en torno a 70% o 75% por debajo de los niveles alcanzados en 2019.
¿Por qué, entonces, lo insólito de la posición del turismo mexicano? Pues porque, al menos en el componente internacional, la situación es bien diferente. Son ya varios meses consecutivos –siete en el caso de Los Cabos– en que los que los principales aeropuertos de destinos de playa del país tienen más pasajeros internacionales que en 2019. Por otro lado, los ingresos por visitantes internacionales en el mes de octubre superaron en cerca de 12% los obtenidos en 2019. La disposición de asientos y vuelos programados para la segunda quincena de diciembre supera la oferta del mismo periodo de 2019, tanto en operaciones nacionales como en internacionales.
Una mención especial merece Los Cabos, pues la tarifa de una habitación para el fin de año en promedio se cotiza por arriba de 700 dólares por noche. Este es el precio más alto de cualquier plaza mexicana y se sitúa solo por debajo de Miami en lo que hace a destinos internacionales competidores de las playas mexicanas.
Por supuesto que estos datos de ninguna manera pretenden soslayar que la actividad turística del país sigue viviendo malos momentos. Dos botones de muestra son que la ocupación hotelera de la Ciudad de México se encuentra en alrededor de 40%, cuando en años normales está en torno a 70%; por otra parte, las cifras del empleo formal en dos subsectores clave de la actividad (alojamiento y servicios de alimentos y bebidas) muestran una caída que sumada alcanza 110 mil trabajadores asegurados menos.
Con todo ello, el Cicotur Anáhuac anticipa que, muy probablemente, por segundo año consecutivo se confirme la que hemos denominado la paradoja del turismo mexicano, es decir, en los peores años del turismo mundial y en los peores años del turismo mexicano, México escala posiciones en el ranking internacional.
Así, en una combinación en la que las llegadas de turistas internacionales podrían situarse en alrededor de 33 millones, alrededor de 25% por debajo de 2019, y las del resto de los países integrantes del ‘top ten’ mundial se mantienen con caídas –que oscilan entre 40% a 45% en Turquía y más de 90% en Reino Unido, China y Tailandia–, México se estaría ubicando en el segundo sitio de este tablero, desplazando a Italia. Vale la pena señalar que, como es costumbre, la OMT no reporta la compilación de información de Francia, pero le mantiene (y le mantendrá en el primer sitio).
Ahora bien, de ninguna manera esto significa que hay que echar las campanas al vuelo. Los retos siguen siendo formidables: la falta de promoción turística internacional, la inseguridad en algunos sitios turísticos (que no deja de ser una bomba de tiempo) y las crecientes incomodidades que padecen los turistas en su ingreso al país, ente muchos otros temas. Los reportes de estos días hablan de esperas de dos o más horas en los aeropuertos de Cancún y Ciudad de México, ante las limitaciones de un procedimiento migratorio que ha quedado rezagado y rebasado.
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