Me remonto, otra vez, al día de mi infancia donde, recostado en la cama de mis padres, me puse a ver la prueba de marcha de los 20 kilómetros de los , en la que Ernesto Canto y Raúl González llegaron en primero y segundo lugares, respectivamente, allá en 1984.

Para no despegar —a los 12 años— la mirada del televisor de una competencia de hora y media de duración, donde no sucede más allá del paso continuo de hombres que marchan con un porte muy estilizado, y de repente un juez que se acerca impetuosamente a amonestarlos por flotar —por no mantener aunque sea uno de sus pies en contacto con el asfalto durante la zancada—, es que ahí había algo.

Esa tarde se despertó en mí un amor por el atletismo que no sé si, inexplicablemente, ya llevaba dentro, o si en ese instante me fue sembrado por alguna fuerza sobrenatural.

Desconozco cómo surgen estas aficiones tan profundas, pero me queda claro que ahí mismo se detonó en mí esta imperecedera pasión por estas competiciones que ponen a prueba el esfuerzo humano.

Sí, hay días muy particulares que nos cambian la vida, bien sea en el amor (porque te enamoraste a primera vista de alguien que caminaba en sentido contrario al tuyo por la calle), en lo profesional (cuando te dedicabas a responder demandas en un despacho de abogados y, a media noche, en pleno relato de hechos, descubriste que te querías dedicar a contar historias), en tu destino, en ese momento que conociste un país nuevo y tuviste la certeza de que ahí debías volver a empezar de cero.

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Es algo que no se puede ver, pero imagínenlos ahí, sentados en los sillones de sus casas con la boca abierta, las manos sudadas, sintiendo una emoción tan intensa que —sin siquiera sospecharlo— recodificaba sus sistemas, pensamientos, células, moléculas y átomos.

Algunos lo van a intentar y, por increíble que suene, algunos de sus papás habrán de apoyarlos, porque así es como surgen los atletas, los campeones, los ídolos.

Espero que estas letras sirvan de algo a quienes sienten bien adentro ese deseo.

No duden, crean en la sensación de esos días donde estás seguro de que tu vida ha cambiado.

Confíen y, como Osmar, aviéntense al vacío. Es lo único que va a llenarlos.

Estoy en todas las redes como F. J. Koloffon.

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