A los tres meses de nacido, su papá notó algo raro. Si le ponía cualquier objeto en su mano derecha, el bebé no podía cogerlo, ni apretarlo. A diferencia de la izquierda, no mostraba reflejos ni fuerza.
Los médicos llegaron a la conclusión de que, quizá al nacer, o incluso en el vientre, el pequeño Juan había sufrido una embolia que afectó el lado derecho de su cuerpo: brazo y pierna e, incluso, la capacidad de aprendizaje.
El diagnóstico fue no sólo que nunca podría correr como cualquier niño, sino que con trabajos caminaría y muy probablemente no sería capaz de terminar la escuela.
“La palabra discapacidad no me molesta”, comenta Juan. “A mis papás tampoco, y desde muy niño me enseñaron a enfrentarla. Desde los seis meses, me metieron a terapias y nunca dudaron que iría a una escuela normal. ‘Nada de aprendizajes especiales’, le dijeron a los del Tomas Moro, donde estudié. Salía de clases, comía, iba a terapia y regresaba a cenar, a hacer tarea”.
Juan Mijares Martínez no sólo ha superado la parálisis en sus extremidades, la dificultad para hablar, la obesidad en su adolescencia, cirugías y una infinidad de problemas, sino que hace una semana corrió el Maratón de Nueva York en cuatro horas y 32 minutos.
“Pedí vacaciones en el despacho donde trabajo como abogado, para mi treceavo maratón. Mi primero fue Chicago, en 2012, y cuando le avisé a mi papá que lo correría, me respondió que me acompañaba”.
Juan confiesa que corre simplemente porque le dijeron que él no estaba hecho para eso.
“Me gusta demostrar que, si quiero, puedo; 34 años de terapia, incluido Teletón, y mira dónde estoy”.
Nike o Adidas deberían fijarse en historias como la suya y no sólo en influencers bonitas. Hago un llamado también a Charly para que, aunque sea, le patrocinen los zapatos, pues debido a su hemiparesia calza números distintos en sus pies y cada carrera compra dos pares.
Lo de Juan no se cura, es algo que se trabaja todos los días, algo parecido a la vida misma.
Estoy en todas las redes como F.J. Koloffon