Un fenómeno curioso acontece todos los fines de semana sobre Paseo de la Reforma, específicamente en la zona que conecta con Bosques de las Lomas, al poniente de la Ciudad de México. Según yo, comenzó a ocurrir a mediados de la pandemia, aunque —de unos años para acá— la percepción del tiempo se ha vuelto más engañosa que de costumbre, y pudo ser antes.
Quienes circulan por ahí a menudo, especialmente los domingos, habrán visto la cantidad de gente sobre el camellón, más o menos a partir de las 13:00 horas.
La mayoría lleva colgada su cámara fotográfica al cuello, aunque algunos simplemente tienen sus teléfonos móviles listos en la mano para capturar el instante.
“¿Qué hacen ahí tantas personas?”, me pregunté la vez que me di cuenta, pensando que se trataba de un grupo de alumnos de fotografía, con su profesor, en alguna práctica de exteriores. “¿Pero cuál será el objetivo?, ¿los prados urbanos, la perspectiva de la avenida, los gestos de los conductores tras el volante?”. Es común imaginar cualquier cosa cuando no se sabe a ciencia cierta de qué se trata lo que sucede frente a nuestros ojos.
Mi especulación se prolongó varias semanas, hasta que —por fin— me tocó ver en acción a los fotógrafos, que cada domingo eran más y más. El que estaba hasta adelante alertó a los otros, quienes enseguida prepararon sus lentes y apuntaron al objetivo: un Ferrari rojo precioso —no sé qué año ni modelo, pues no soy tan fanático de los coches— que descendía en sentido Reforma-Centro.
Tras meses de encierro, los amantes del automovilismo y de los coches deportivos de lujo hicieron de este punto de la ciudad un sitio de reencuentro. Supongo que las redes sociales sirvieron para correr la voz y convocar a todos aquellos que quisieran salir de sus casas a tomarle fotos a coches que únicamente solían ver en revistas del deporte automotor y películas de Hollywood.
Hoy se dan cita ahí mujeres y hombres de todas partes de la zona metropolitana, con los propietarios de los vehículos más deslumbrantes que a uno se le ocurran: Bentley, McLaren, Porsche, Lamborghini, Aston Martin, Bugatti...
Los conductores avanzan a paso lento, le dan tiempo a los fotógrafos para sacar la mejor placa; incluso, se saludan y a veces aplauden a los autos más exóticos. A quienes practican este pasatiempo, se les llama spotters, un fenómeno que se propagó por las principales capitales del mundo en estos años recientes.
Somos, definitivamente, curiosos los humanos.
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