El péndulo de la historia ha vuelto a trasladarse. La pax americana, que se abrió con la demolición del muro de Berlín y el derrumbe del telón de acero, terminó.

Estados Unidos puede ganar una guerra, pero no puede ganar, por sí mismo, la paz.

En política, siempre es más fácil destruir que construir.

Hay una nueva confrontación ideológica entre populistas y dictadores de izquierda y una extraña alianza entre populistas de derecha y oligarcas. Los referentes de los primeros son conocidos, de Cuba a Nicaragua y de México a Venezuela. El símbolo de los segundos es la mezcla Trump-Musk. Los puntos de la irritación se unen en un mensaje escalofriante: un coche Tesla vuela frente a la torre Trump en Las Vegas, ejecutado por un Boina Verde en servicio.

Viviremos tiempos violentos, anárquicos, de inestabilidad.

No había guerras en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Eso terminó cuando Putin decidió dar una lección al mundo occidental e invadió Ucrania. No obstante, como decía Carlos Fuentes, hay guerras en las que los dos bandos resultan perdedores. Rusia demostró que, sin sus armas nucleares, es un país débil. Con un ejército mal preparado y equipado.

Con todo, ni Estados Unidos ni la OTAN pudieron evitar la invasión.

Eso abre la tentación a otras potencias, particularmente a China con respecto a Taiwán. Israel ha emprendido una ofensiva de amplitud inconmensurable tras el brutal ataque que sufrió.

Pero hay una violencia feroz también dentro de las fronteras. México vive una sangría atroz, consentida y cotidiana. Vuelve el terrorismo doméstico a Estados Unidos. La migración, por hambre o por miedo, es imparable y dispara la otra violencia: la xenofobia.

El aumento de la devastación conllevará anarquía. Habrá más conflictos internos y una erosión de la autoridad que seguirá a la actual fractura de la legitimidad. En América, las últimas revoluciones significativas se dieron hace casi medio siglo. En Europa, hace 40 años. Más reciente fue la primavera Árabe, pero esos episodios que eran dilatados en el tiempo serán más frecuentes.

Este coctel político traerá inestabilidad económica, retroalimentando el ciclo de convulsión.

China posee enormes retos económicos. Apuesta por inyectar anfetaminas a su crecimiento elevando el déficit y, en consecuencia, el gasto. Estados Unidos se apresta a volver al proteccionismo. Trump ha amenazado con iniciar una guerra económica con el coloso asiático y, de paso, pondera acabar con el TMEC. Trudeau ya tiró la toalla. Alemania y Francia, los pilares de la Unión Europea, están sumergidos en torbellinos políticos. Japón continúa con su tradicional estabilidad ausente de crecimiento y no posee la influencia global para incidir por sí mismo en una estabilización.

El péndulo parece retrotraernos al inicio del siglo XX. Mal augurio. Se está cerrando un ciclo que concluyó con la derrota del eje en 1945. Veremos que vendrá.

Por lo pronto no hay motores que garanticen un regreso a la normalidad.

Lo normal, este año, será lo anormal.

Deberemos acostumbrarnos.

@fvazquezrig

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