Comienza una nueva etapa de la vida de México. El viejo régimen terminó.

Se trató de un paréntesis en la historia nacional. Una democracia endeble que no terminó de cuajar. Fueron 27 años —de 1977 al 2024— de experimento aperturista que tuvo alternancias pero careció del talento de una clase política que ideara una transición.

Los vicios de la democracia tuvieron mayor peso que sus cualidades. La razón central es una: la democracia sirve para muchas cosas, pero no para comer.

En medio de una pobreza lacerante y una desigualdad brutal, los cimientos de la democracia se fueron socavando.

Hoy comienza algo nuevo. Aún no sabemos qué será.

El país enfrenta desafíos enormes: la inseguridad rampante, finanzas públicas comprometidas, una economía que no despega y un sistema de salud desbielado.

Bajo esto, un estado autoritario renaciente.

La primera novedad del gobierno que arranca es que estará presidido por una mujer. La segunda, es que este será el primer gobierno de izquierda del siglo XXI. La tercera que enfrenta un mundo en plena transición.

Que haya llegado una mujer a la presidencia es una conquista histórica que tomó toda la historia en ocurrir, pero además 70 años desde que se obtuvo el derecho al voto. No es un hecho menor en un país en donde 10 mujeres son asesinadas al día y, de ellas, 3 por el hecho de ser mujeres. Hay una violencia cotidiana de género y una desproporción en las oportunidades. Un país no puede crecer si está cojo. México lo está.

El segundo aspecto a resolver es si se empujará efectivamente una agenda de izquierda. López Obrador no lo fue. Fue un populista. Sin ideología. Pragmático. Hábil. Líder de masas. Pero no de izquierda.

Veremos si la presidenta Sheinbaum, que sí tiene una formación en la izquierda, es capaz de abordar las diversas vertientes de una agenda progresista. El gran elefante en la sala es la militarización del país, pero hay otros.

Para probar sus credenciales, en lo económico, tendría que desbaratar los monopolios que asfixian el desarrollo. Lanzar una reforma fiscal progesiva. Invertir masivamente en infraestructuras —físicas y humanas— y sumarse a una transición energética.

En lo político, tendría que alinearse en temas como el laicismo, el aborto, la unión de personas del mismo sexo, entre otras muchos otros que López Obrador siempre rehuyó.

Por último, deberá salirse de la trampa internacional en donde López Obrador la metió. La relación más sensible del país es con Estados Unidos. Mantenerla es imprescindible. Equilibrarla, imperativo. Navegar este mundo será hacerlo en aguas bravas: con la amenaza de la vuelta del proteccionismo, una guerra en ciernes en el Medio Oriente, europa inestable por la invasión de Ucrania, China emergiendo como un poder militar en Asia, Latinoamérica debatiéndose entre parias y demócratas.

El reto mayor, sin embargo, será confeccionar un nuevo régimen que de estabilidad, paz y viabilidad al país.

Hacia dónde nos dirigimos es una interrogante que trasciende un sexenio.

De la respuesta sabremos si estamos frente a una estadista o sólo ante una mandataria sexenal.

@fvazquezrig

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