El asesinato de Carlos Manzo puede traer consecuencias extremadamente serias para esta administración.

El manejo de crisis ha sido lamentable: la presidencia tardó 14 horas en pronunciarse. El gabinete de seguridad defendió la tesis que se le habían proporcionado escoltas, cuando la petición de Manzo no era su protección sino una intervención federal para enfrentar al crimen. El tono de la presidenta el lunes no pudo ser más desafortunado. 

El martes, pese a la persistencia de ataques a opositores, se anunció un Plan Michoacán: el cuarto en 19 años.

El 11 de diciembre del 2006, Calderón anunció el primero, que era pura fuerza. Peña anunció el segundo en 2014 con dos novedades: dinero para el desarrollo de la entidad (3,400 millones de dólares) y el nombramiento de un comisionado impresentable: Alfredo Castillo. AMLO no anunció un plan, pero lo aplicó: Abrazos, no balazos. Y ahora, al Plan de Peña se adiciona el componente de educación y cultura.

No se habla de una limpia profunda de las policías municipales ni de la renovación del gobierno estatal. Tampoco del fortalecimiento de instituciones. Ni de reconstituir la solidez de la sociedad civil y sus organizaciones ni, mucho menos, de una estrategia para desmantelar las finanzas y el poder operativo del CJNG, presunto responsable del asesinato.

En suma: pan con lo mismo.

La presidencia corre un gran riesgo.

No ha atinado a mostrar el empaque necesario para castigar la corrupción de una parte de la elite de su partido. Tarde o temprano, la tolerancia se vuelve complicidad.

La investigación de la muerte del alcalde de Uruapan ha sido dejada en manos de la fiscalía estatal. Increíble.

La indignación toma calle y no hay una mano política que trate de dar conducción a la rabia colectiva. Se recurre al mismo manual de descalificaciones y lugares comunes.

La mañanera del lunes sonó a regaño y movió a recordatorio: el jalón de orejas de Angélica Rivera a la gente por la indignación que les provocó la Casa Blanca.

Se repite, pues el patrón de Ayotzinapa. Una tragedia municipal se dejó elevar hasta consumir a la Presidencia de la República.

Hay un caldo de cultivo previo.

En la más reciente encuesta de El Financiero, la aprobación de la presidenta es de un magnífico 70%.

Pero hay algo que no cuadra. Ese estudio revela una caída de 15 puntos en la aprobación en sólo unos meses. Pero eso no es lo relevante. En todos sus atributos personales, la presidenta ha caído: capacidad para dar resultados (47); liderazgo (59) honestidad, ojo (59).

Pero no es un tema personal: es más grave. El 82% de las personas piensan que hay corrupción. 59% que la seguridad pública va mal o muy mal y 85% reprueban el combate al crimen organizado. La cereza: ya 45% piensa que la economía va mal o muy mal.

El piso de esa dudosa, elevada aprobación, es resbaladizo. El gobierno se mueve en arenas movedizas. 

Sobre esa realidad el gobierno se lanza a tratar de apagar el fuego de los caminos de Michoacán.

@fvazquezrig

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