Esta semana se reiniciaron las clases en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Cada inicio de clases es motivo de alegría; alegría por encontrarse nuevamente con estudiantes llenos de ilusión y esperanza, siempre con ganas de aprender y dar un paso más en su camino para convertirse en profesionistas en la Facultad más importante de la enseñanza del derecho en América.

Durante 6 meses formaremos un grupo cerrado, solidario, participativo y, sobre todo, deseoso de intercambiar ideas; compartiremos conocimientos mutuos, pues los profesores aprendemos tanto o más que ellos en clase.

La Universidad, como institución pública, no cumple únicamente con la obligación de transmitir conocimiento o de crear nuevo a través de la investigación, sino, lo que es más importante, se encarga también de formar ciudadanos y les proporciona mucho más que un conjunto de herramientas que les faciliten su desempeño profesional. La formación integral de la Universidad es muchísimo más amplia y multifacética: cultura, cine, teatro, música, deportes, intercambio de ideas y opiniones; todo esto la ha convertido, durante todas sus etapas y a través de todas sus vicisitudes, en la conciencia crítica de la Nación.

Es quizá por eso que quienes desconfían de las instituciones de educación superior lanzan ataques infundados y frívolos sobre su tendencia ideológica, pues desconocen la esencia y la obligación universitaria de buscar la razón, de permitir la libre expresión de todas las ideas y de convivir de manera civilizada, fomentando el diálogo, la tolerancia y el respeto a todos los puntos de vista, abriendo las puertas a todas las tendencias ideológicas y doctrinarias para poder seguir siendo, como lo ha sido, la “Casa de la libertad”.

Profesor Facultad de Derecho, UNAM

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