Nuestros paisanos en Estados Unidos están cada día más atemorizados ante la destrucción provocada por el gobierno populista y autoritario de López Obrador. Están viendo como se extiende el desempleo, la inseguridad, el hambre y la desesperación. Por eso, cada día envían más remesas, para que sus familiares —generalmente sus padres y sus hermanos— puedan paliar las olas del desastre y las consecuencias de la pandemia, extendida por la negligencia oficial.

Ellos conocen mejor que nadie lo que las estadísticas manipuladas del vocero para la pandemia, Hugo López-Gatell, ocultan. Miles de personas han tenido que enfrentar la enfermedad con sus propios medios y en sus propias casas. Han tenido que pagar consultas con el médico, compra de medicinas, adquisición de tanques de oxígeno, estudios clínicos, radiografías. En el peor de los casos, además, los gastos de los sepelios y los traslados de los cuerpos. Los costos del novenario.

Al presidente López Obrador le gustan los números y los presume como si fueran un logro de su gobierno. Como si fuera un regalo de Reyes, el 6 de enero pasado, destacó que en 2020 las remesas alcanzaron los 40 mil millones de dólares. Para tener una idea, reconoció, “si estas remesas son 900 mil millones (de pesos) que llegan a 10 millones de familias, es un promedio como de 350 dólares mensuales por familia, significa una derrama económica importantísima, por eso no se nos cayó el consumo a pesar de la pandemia y de la crisis económica”.

En otras palabras, los paisanos están haciendo lo que el gobierno no puede ni quiere hacer. La reactivación de la economía depende de las remesas, área en la cual el gobierno no tiene nada que ver. Pero donde sí tiene que ver, donde sus políticas sí tienen efectos, el régimen, desde que tomó el poder, no hace más que espantar capitales. De acuerdo con el Instituto de Finanzas Internacionales, en 2020, México fue el país con más fuga de capitales (17 mil 824 millones de dólares) y el que menos ha revertido la situación de desconfianza.

Los paisanos saben muy bien que el gobierno no puede. Que no están a salvo ni siquiera sus parientes que tienen empleo. Lo saben porque se lo platican entre ellos, aunque ninguno haya consultado la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), según la cual el 24 por ciento de los trabajadores se encuentran en “condiciones críticas”. En números redondos, ese porcentaje representa a 12.7 millones de personas.

De tal manera, la demagogia presidencial tiene efectos contraproducentes entre los paisanos y sus familias. El canto de las sirenas desde Palacio Nacional es acallado por la brutal realidad de la inseguridad, el desempleo, el hambre y la desesperación. De nada les sirve que los llamen “héroes” y que los utilicen políticamente en un discurso populista. El gobierno está cavando una tumba para todos.

Vocero del PAN

Google News

TEMAS RELACIONADOS